martes, 2 de septiembre de 2014

ORIGEN Y PRESENTE DEL MONTE MEDITERRÁNEO: PARTE 1 MITIFICACION


Las más antiguas culturas guardan memoria de bosques fabulosos en los que habitaban todo tipo de seres extraordinarios y espíritus. Pueden ser realidades de una cultura que vive integrada en la naturaleza o son idealizaciones de épocas que no conocieron, pero que identifican como la de sus ancestros y añoran de forma parecida a la pérdida del paraíso relatada en el Génesis.


Partiendo de la visión de las selvas vírgenes, también la ciencia puede especular con lo que fue nuestro bosque primigenio, un bosque en un estado ideal, en el equilibrio último: el clímax.
Sabemos que las tempranas civilizaciones imposibilitan la existencia de esos bosques primarios en la Península Ibérica y en toda el área mediterránea del viejo mundo. Para encontrar algo así, quizá deberíamos probar en el único sitio posible: la costa oeste de los Estados Unidos de América. Únicamente en California podríamos encontrar algo parecido, dado que es el único rincón del Globo fuera de nuestro entorno bañado por el Mar Mediterráneo con clima mediterráneo y flora con orígenes comunes, ya  que el resto de áreas con clima mediterráneo están en el hemisferio sur.




En California podemos ver ecosistemas similares fisionómicamente a nuestra garriga, maquia o mancha, como los llamados "chaparrales" de  especies del género Quercus como nuestra encina; pero al hacer la transición al clima oceánico o en las Montañas Rocosas, nos encontramos con un bosque lluvioso impresionante que en algunos lugares no ha sido aún alterado y compite en grandiosidad con las selvas tropicales y que  denominaban por allí de igual forma "rainforest". Son el hábitat de gigantes  como la Pseudotsuga menziesii,  la Thuja plicata, el Abies procera, el Abies grandis, el Chamaecyparis lawsoniana y las conocidas secuoyas que pueden duplicar la altura de nuestros árboles más grandes.

Imagen de la izquierda. Gran árbol en el Sequoia National Park en el sur de Sierra Nevada en California, Estados Unidos. (Foto  de dominio público).
I

¿Podemos imaginar así nuestros bosques ancestrales? La respuesta es no. En Europa hubo bosques similares a los americanos durante el terciario, compartíamos clima y vegetación, con especies como las secuoyas que convivieron con encinas, quejigos, pinsapos y pinos salgareños, entre otros; pero eso fue hace millones de años, y por entonces Homo sapiens estaba muy, pero que muy, lejos de aparecer. Los cambios climáticos acabaron con estos gigantes en Europa, no así en el Norte de América dada la posibilidad de migrar cuando lo requería el clima hacía el norte o hacía el sur.

Imagen superior. Viejo ejemplar muerto de Pinus nigra subsp salzmanni en la Sierra del Pozo, Parque Natural de la Sierra de Cazorla, Segura y Las Villas en la provincia de Jaén, España. Algunos árboles vivos de esta especie pasan la edad de 1.000 años. (Foto del Autor)

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