Las más antiguas culturas guardan
memoria de bosques fabulosos en los que habitaban todo tipo de seres
extraordinarios y espíritus. Pueden ser realidades de una cultura que vive
integrada en la naturaleza o son idealizaciones de épocas que no conocieron,
pero que identifican como la de sus ancestros y añoran de forma parecida a la
pérdida del paraíso relatada en el Génesis.
Partiendo de la visión de las
selvas vírgenes, también la ciencia puede especular con lo que fue nuestro
bosque primigenio, un bosque en un estado ideal, en el equilibrio último: el
clímax.
Sabemos que las tempranas
civilizaciones imposibilitan la existencia de esos bosques primarios en la
Península Ibérica y en toda el área mediterránea del viejo mundo. Para encontrar
algo así, quizá deberíamos probar en el único sitio posible: la costa oeste de
los Estados Unidos de América. Únicamente en California podríamos encontrar
algo parecido, dado que es el único rincón del Globo fuera de nuestro entorno
bañado por el Mar Mediterráneo con clima mediterráneo y flora con orígenes
comunes, ya que el resto de áreas con
clima mediterráneo están en el hemisferio sur.
En California podemos ver
ecosistemas similares fisionómicamente a nuestra garriga, maquia o mancha, como
los llamados "chaparrales" de especies del género Quercus como nuestra
encina; pero al hacer la transición al clima oceánico o en las Montañas Rocosas,
nos encontramos con un bosque lluvioso impresionante que en algunos lugares no
ha sido aún alterado y compite en grandiosidad con las selvas tropicales y que denominaban por allí de igual forma "rainforest".
Son el hábitat de gigantes como la
Pseudotsuga menziesii, la Thuja plicata,
el Abies procera, el Abies grandis, el Chamaecyparis lawsoniana y las conocidas
secuoyas que pueden duplicar la altura de nuestros árboles más grandes.
Imagen de la izquierda. Gran árbol en el Sequoia National Park en el sur de Sierra Nevada en California, Estados Unidos. (Foto de dominio público).
I
¿Podemos imaginar así nuestros
bosques ancestrales? La respuesta es no. En Europa hubo bosques similares a los
americanos durante el terciario, compartíamos clima y vegetación, con especies
como las secuoyas que convivieron con encinas, quejigos, pinsapos y pinos
salgareños, entre otros; pero eso fue hace millones de años, y por entonces
Homo sapiens estaba muy, pero que muy, lejos de aparecer. Los cambios
climáticos acabaron con estos gigantes en Europa, no así en el Norte de América
dada la posibilidad de migrar cuando lo requería el clima hacía el norte o
hacía el sur.
Imagen superior. Viejo ejemplar muerto de Pinus nigra subsp salzmanni en la Sierra del Pozo, Parque Natural de la Sierra de Cazorla, Segura y Las Villas en la provincia de Jaén, España. Algunos árboles vivos de esta especie pasan la edad de 1.000 años. (Foto del Autor)
No hay comentarios:
Publicar un comentario