Si se analiza la biodiversidad de
distintas formaciones forestales, se puede inferir que el monte mediterráneo
potencial, encinares o alcornocales, tiene paradójicamente menor biodiversidad
que los espacios en los que no puede asentarse el bosque maduro mediterráneo,
ya sea por condiciones edáficas limitantes o especiales. Incluso paisajísticamente, la monotonía de
una dehesa contrasta con la diversidad de una zona de montaña. Sacar
conclusiones parciales puede ser fácil y llevarnos a errores. Mientras que en una dehesa las condiciones
del medio son muy homogéneas, en estas áreas de montaña, de marisma, costeras o
húmedas existen gradientes que crean una mayor diversidad de ambientes, en
donde la mayor riqueza de endemismos están fuera de los lugares en los que
consideramos estaba o podría estar la vegetación climácica.
El primer error está en conferir
el carácter mágico al clímax, como transformador de todo el espacio, cuando
muchas veces es imposible ya que antes que transformarse la roca en suelo, el
clímax ha cambiado, dado que, como hemos visto, el clima no deja de cambiar y
por tanto las formaciones no dejan de desplazarse, buscando nuevos
asentamientos. El segundo error está en
reducir el ecosistema a la vegetación, algo muchas veces criticado por muchos
ecólogos. El bosque mediterráneo también incluye como partes de un ecosistema estas
formaciones de montaña o de marismas, en las que no se alcanzará el ideal del
bosque de Quercus. Ha sido nuestra
transformación del medio la que ha parcelado estos hábitats, haciendo parecer
que son ecosistemas separados. Mientras que la biodiversidad de unos obedece a
condiciones físicas del medio (pendiente, dureza del substrato, altura,
salinidad, encharcamiento, etc.); la homogeneidad de los bosques de quercíneas
obedece más a su explotación y tratamientos, como es el caso de la dehesa. La
biodiversidad del monte mediterráneo se da también por los numerosos ecotonos
entre las zonas con condiciones edáficas favorables y otras con condicionantes
especiales, en estas zonas se mueven muchas especies de fauna, singularmente
las aves que son las que suelen
dispersar las semillas de todas las especies de arbustos del bosque maduro
mediterráneo.
En condiciones ideales es fácil
imaginar que el medio natural presenta más diversidad de la que imaginamos
contemplando los paisajes. El suelo, la exposición al sol y al viento, la
pendiente, el gradiente de humedad en las zonas bajas, el gradiente de sales
cerca del mar, el efecto natural del fuego, la fauna con su múltiple efecto (frugivorismo,
herviborismo, traslado de nutrientes); y
mucho más a distintas escalas, posibilitan micro o macro hábitats que viene a
interpretarse que se suavizan o se pierden con la progresión ecológica, cuando
no tiene que ser así. El monte mediterráneo es un mosaico de formaciones
vegetales adaptadas al cambio.
Fotos del Autor. Primera, dehesa en Huelva y la segunda pinar en serpentinas en Sierra Bermeja (Málaga)
No hay comentarios:
Publicar un comentario