LO QUE LLAMAMOS DEHESA
"Entendemos por dehesa o sistema adehesado al sistema de uso y
gestión de la tierra basado en la explotación principalmente ganadera y también
forestal, cinegética y agrícola, de una
superficie de pastizal y monte mediterráneo con presencia dispersa de
vegetación arbórea, el cual da lugar a un agrosistema en el que la conjunción
del manejo agrosilvopastoral propicia importantes valores ambientales como un
uso sostenible del territorio, un paisaje equilibrado y una elevada diversidad
a distintos niveles de integración"
Esta definición de la dehesa se encuentra dentro del Pacto Andaluz por la Dehesa del año 2005. Dado que la normativa forestal contempla como objetivo la multifuncionalidad (art. 3.b de la Ley 43/2003) parece así que la dehesa es un modelo genérico de gestión del monte mediterráneo; sin embargo, dado el estado decadente de nuestras dehesas este modelo no parece sostenible, lo cual es una contradicción ambiental.
El concepto actual que tenemos de la dehesa es más
concreto que el significado demasiado
abierto y vago reflejado en los documentos históricos. Allí la dehesa aparece
como un espacio cambiante, significando cualquier espacio forestal acotado. Sin
embargo, es posible encontrar un factor
común en todos estos espacios a lo largo de la historia y es que la gestión
está, de alguna manera, condicionada a sus aptitudes agrícolas y ganaderas.
Siendo la solución de compromiso para
que sus
propietarios pudieran obtener
rentas de forma continuada en grandes espacios
forestales o montes que por ser suelos de escasa fertilidad no era posible el cultivo agrícola sostenido.
Simplificando,
para un forestal como yo, la dehesa es un monte sometido a la gestión agrícola.
Esto significa que la dehesa tradicional se ha modificado de forma pareja a lo
que ha ocurrido con la agricultura tradicional en busca de una mayor
productividad. Y allí donde la agricultura tradicional (incluyendo la
ganadería) continuada no era sostenible
ahora es posible el cultivo sostenido (que no sostenible) con el uso de
elementos externos como el tractor,
piensos y fertilizantes.
LA DECADENCIA. ORIGEN Y CAUSAS
La decadencia
de este modelo tradicional también se explica por el cambio en el uso de estos
espacios, ahora las necesidades a cubrir son bien distintas. Hasta épocas muy
recientes estas tierras pobladas por árboles y arbustos cubrían las demandas
energéticas que hoy se cubren con los
combustibles fósiles, como la leña del hogar o el alimento para el
mantenimiento de los animales usados para el transporte y el trabajo en el
campo.
Dada la gran
extensión de estas formaciones adehesadas se da la paradoja que este paisaje
sea identificado como el monte arbolado genuino mediterráneo. Todos hablan de
encinares o alcornocales cuando se refieren a dehesas ibéricas, entendiéndose
así que existe una total similitud entre las dehesas y el bosque natural; cuando en realidad es el laboreo continuado el que muchas veces mantiene el pasto evitando que
el suelo se cubra con jarales o brezales propio de una elevada degradación del monte mediterráneo.
Es el tractor el que oculta esta degradación y con el desbroce continuado
elimina también el regenerado del
arbolado, imposibilitando la sustitución de los viejos árboles.
Se olvida acaso que en el monte mediterráneo las funciones
ecológicas que dan estabilidad al bosque (resiliencia y resistencia) requieren del complejo sotobosque de
arbustos; no ocurre igual con las funciones ecológicas en los bosques
atlánticos o boreales, como hayedos, robledales, abetales y pinares en donde es
el arbolado el que mantiene el sistema forestal.
Más aún, en los bosques atlánticos es fácil crear prados muy productivos y
totalmente sostenibles. Mientras que la
dehesa con su cobertura arbolada es
precisamente el punto de equilibrio para mantener un pasto bajo las duras
condiciones climáticas mediterráneas. Arbolado y arbustos rebrotadores son los
que proporcionan una alta capacidad para resistir y recuperarse de las
perturbaciones y no sólo de las físicas, como el fuego o una sequía; también plagas y enfermedades. Desde ese
momento, en que el arbolado queda como único soporte vegetal perenne del
ecosistema forestal, el mantenimiento de
las funciones del suelo y capacidad de
regeneración dependerán de la calidad y cantidad de la cubierta arbórea.
En la dehesa normal, falta los arbustos y al faltar el regenerado, el arbolado
no proporciona la cubierta necesaria para el mantenimiento de las funciones del
suelo del bosque; por lo que es frecuente que no se estabilice el pasto y acabe
degradándose aún más el suelo.
Para explicar más gráficamente esto dejemos claro algunas
definiciones:
Bosque mediterráneo: Ecosistema complejo con todos los
estratos (arbóreo, arbustivo, matorral, lianoide y herbáceo). Este bosque tiene una alta resiliencia o
capacidad para recuperarse de impactos fuertes. Así un fuego puede quemarlo;
pero la rebrotación posterior de árboles y arbustos produce una rápida
recuperación del bosque.
Mancha mediterránea:
Son formaciones de monte leñoso o arbustedo, formados por diversas
especies de arbustos ( madroños, lentiscos, olivillas, rhamnus, acebuches,
mirtos, coscojas, etc.) que aparecen en el sotobosque del bosque potencial. A
pesar de ser una degradación del bosque mantienen una gran diversidad, resiliencia a impactos
naturales como el fuego, y la recuperación del bosque resulta sencilla en
ausencia de perturbaciones Precisamente esta capacidad para soportar
perturbaciones ha sido aprovechado para el aprovechamiento sostenido durante
siglos de leñas y carbón vegetal en régimen de monte bajo, y como complemento del pasto al proporcionar ramón en la época en la
que no hay pasto herbáceo o este es muy poco nutritivo por estar seco y, así
mismo, en los cotos por su papel como cobijo de la fauna cinegética. La fácil
recorversión de estas manchas en bosque o dehesa ha sido práctica común durante
el pasado siglo, por ello la mancha es, a veces, un bosque en espera.
Matorral serial: A veces el fuego repetitivo propiciado
por el ser humano y el abuso del ganado
dañan la vegetación de la mancha
mediterránea y en consecuencia el suelo queda degradado y la recuperación es
muy complicada. Entonces el matorral que ocupa el monte está formado por
especies que no suelen mejorar el suelo
y se perpetúan favorecidas por el fuego y la falta de cubierta arbórea (ya que no soportan la sombra) es el caso de
jarales o brezales.
¿Dónde queda la dehesa? La dehesa, tal como se entiende
hoy día, no es una formación natural
sino una transformación del monte
mediterráneo fruto de una gestión dirigida y por tanto distinta a la natural,
pero está muy relacionado con ellas. En primer lugar, la dehesa puede derivar
directamente del bosque por supresión del sotobosque. También se pueden crear a
partir del arbustedo, limpiando el
matorral y dando tratamientos que
beneficien al monte bajo de encina como resalveo, selección de brotes y realces
de los chirpiales para crear árboles. Estos dos casos son el origen tradicional
de las dehesas de encinas, a la que se podría añadir la siembra de bellotas de
alcornoque a partir de la expansión del sector
taponero a finales del siglo XIX.
La mayoría de las dehesas modernas son fruto de una
gestión desde hace poco más de un siglo,
tras las desamortizaciones del siglo XIX, como se puede ver por la edad
del arbolado. La escasa intensidad de la gestión anterior obedecía a la
indolencia propia de los terratenientes cuya escasa planificación se limitaba a
vivir de las rentas de sus tierras basada en el arrendamiento de los
aprovechamientos. Esta intensificación se produciría gradualmente y configura
el paisaje de dehesa que nos es familiar hoy día. La finalidad buscada era conseguir un pastizal estabilizado, aunque
esto puede requerir de condiciones que no siempre se dan, como un suelo
profundo, precipitaciones abundantes o
compensación por humedad edáfica.
EL PROCESO ACTUAL
En el monte mediterráneo todos lo años no son iguales,
algunos son más secos o calurosos. A veces, incluso una tormenta seca o la
actividad humana generan un incendio que barre el matorral para luego
recuperarse milagrosamente en pocos años.
Las claves del éxito para resistir estos impactos tan
duros como sequías, veranos de calor sofocante, fuego, la corta de todo el arbolado o el paso de un enorme rebaño de ovejas; es
la capacidad para recuperarse mediante varias estrategias como el rebrote, o la
permanencia en forma de semillas resistentes. En ambos casos depende del suelo
como constructor del ecosistema forestal.
El suelo forestal
es el constructor del ecosistema porque es el banco de semillas, la
reserva de nutrientes, el depósito del
agua... Y algo más que un simple reservorio físico, el suelo es vida, en si es
la mitad del ecosistema, es la reserva y la fábrica en la que el sistema invierte
en el proceso de construcción hasta alcanzar el óptimo ecológico caracterizado
por la eficacia del sistema para dar cobijo a la mayor biodiversidad con la
mayor eficiencia en el uso de los recursos (nutrientes, agua, luz). La
productividad del bosque natural está fundamentada en las complejas relaciones
entre los diversos seres vivos y su medio ambiente. Disminuidas estas
relaciones solo se puede esperar a que vuelvan a restablecerse o usar insumos externos como energía y
nutrientes para alcanzar esa productividad.
La formación del subsistema “suelo forestal” es un proceso
largo y por suerte la rotura no es fácil. El bosque mediterráneo lleva miles de
años evolucionando para resistir el impacto de los desastres naturales; y no son suficientes para acabar con la
riqueza de una vez, pues dan descanso. Sólo el ser humano es insistente y actúa de forma permanente y al no haber
descanso no hay tampoco recuperación. Esto ocurre con el suelo de la dehesa
sometido a elevadas cargas pastantes sin descanso incluso cuando no hay pastos
como en el seco verano o durante las
fuertes sequías; la falta de alimento no reduce la carga como ocurría
antiguamente de forma natural por el movimiento del ganado durante el verano a frescos
pastos o la muerte de parte de la
población de ungulados en periodos adversos; el mantenimiento de estas cargas
es algo que no es natural y que solo es posible gracias a los piensos (y las ayudas de la PAC).
El deterioro
del suelo no es algo que pase con las estaciones, como se agota y reverdece el
pastizal; no se agota el pasto sino
su fabrica, que es el binomio suelo-arbolado, indisoluble
en la desehesa sotenible. Cuando llega
el verano el pasto se agosta, como en una árida estepa salvo que queda el
arbolado que mantiene el ecosistema vegetal, sólo el arbolado mantiene la
capacidad del suelo para volver a dar un
buen pasto tras las primeras lluvias de otoño. De no ser así, porque el ganado
ha compactado el suelo, se recurre al laboreo, que degrada más el suelo y daña
las raíces superficiales, las mismas que son más activas en la captura de
nutrientes. Esto produce un decaimiento
en el estado sanitario del arbolado, y al haber menor producción de hojarasca
el suelo se deteriora aún más sin esa cubierta protectora (liter) y al no permitirse
el desarrollo del regenerado por el diente del ganado y desbroces, el arbolado que
muere no es sustituido y la cubierta tiende a desaparecer.
REFLEXIÓN FINAL
El problema ambiental de la dehesa no esta causado por
causas exógenas. Todos somos responsables, todos los que tenemos intereses en
este medio, pues todos queremos que sea compatible el mantenimiento de la
riqueza natural con el desarrollo económico de las áreas rurales y lo llamamos "desarrollo
sostenible". No admitimos la
realidad de la incompatibilidad entre viejos y nuevos modelos. Los antiguos
límites que la naturaleza y la economía imponía dentro de un modelo cerrado han
sido superados por las ayudas externas
Socialmente, es
más asumible la degradación silenciosa y la paulatina pérdida, que entrar en
una crisis social y económica que afecta a una parte muy importante del
territorio. Sin embargo, la crisis estaba latente muchos años antes de que se
hablara de “la Seca”, cuando se alababan
(y aún hoy día) las funciones de cobijo de la fauna de los grandes
árboles de tronco ahuecado. Imágenes bellas la del lince y sus crías en el
tronco hueco, la del cárabo, búho, herrerillo, lirón y tantos otros; una imagen
que se estropearía si se quiere ver los árboles prematuramente envejecidos,
forzados hacía la decrepitud, sin regenerado ni posibilidad de perpetuarse. Creo
que alguien dijo que son bosques fósiles; o más bien, si alguna vez la dehesa
fue sostenible, serian dehesas fósiles.
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