domingo, 12 de julio de 2015

DEHESAS ¿SOSTENIBLES?

LO QUE LLAMAMOS DEHESA

"Entendemos por dehesa o sistema adehesado al sistema de uso y gestión de la tierra basado en la explotación principalmente ganadera y también forestal, cinegética y  agrícola, de una superficie de pastizal y monte mediterráneo con presencia dispersa de vegetación arbórea, el cual da lugar a un agrosistema en el que la conjunción del manejo agrosilvopastoral propicia importantes valores ambientales como un uso sostenible del territorio, un paisaje equilibrado y una elevada diversidad a distintos niveles de integración"



Esta definición de la dehesa se encuentra dentro del Pacto Andaluz por la Dehesa del año 2005. Dado que la normativa forestal contempla como objetivo la multifuncionalidad (art. 3.b de la  Ley 43/2003) parece así que la dehesa es un modelo genérico de gestión del monte mediterráneo; sin embargo,  dado el estado decadente de nuestras dehesas este modelo no parece sostenible, lo cual es una contradicción ambiental.

El concepto  actual que tenemos de la dehesa es más concreto que el significado  demasiado abierto y vago reflejado en los documentos históricos. Allí la dehesa aparece como un espacio cambiante, significando cualquier espacio forestal acotado. Sin embargo,  es posible encontrar un factor común en todos estos espacios a lo largo de la historia y es que la gestión está, de alguna manera, condicionada a sus aptitudes agrícolas y ganaderas. Siendo la solución  de compromiso para que  sus  propietarios pudieran  obtener rentas  de forma continuada en grandes espacios forestales o montes que por ser suelos de escasa fertilidad no era posible el  cultivo agrícola sostenido.

Simplificando, para un forestal como yo, la dehesa es un monte sometido a la gestión agrícola. Esto significa que la dehesa tradicional se ha modificado de forma pareja a lo que ha ocurrido con la agricultura tradicional en busca de una mayor productividad. Y allí donde la agricultura tradicional (incluyendo la ganadería)  continuada no era sostenible ahora es posible el cultivo sostenido (que no sostenible) con el uso de elementos externos como el  tractor, piensos y fertilizantes.


LA DECADENCIA. ORIGEN Y CAUSAS


La decadencia de este modelo tradicional también se explica por el cambio en el uso de estos espacios, ahora las necesidades a cubrir son bien distintas. Hasta épocas muy recientes estas tierras pobladas por árboles y arbustos cubrían las demandas energéticas  que hoy se cubren con los combustibles fósiles, como la leña del hogar o el alimento para el mantenimiento de los animales usados para el transporte y el trabajo en el campo.

Dada la gran extensión de estas formaciones adehesadas se da la paradoja que este paisaje sea identificado como el monte arbolado genuino mediterráneo. Todos hablan de encinares o alcornocales cuando se refieren a dehesas ibéricas, entendiéndose así que existe una total similitud entre las dehesas y el bosque natural;  cuando en realidad  es el laboreo continuado el que  muchas veces mantiene el pasto evitando que el suelo se cubra con jarales o brezales propio de una  elevada degradación del monte mediterráneo. Es el tractor el que oculta esta degradación y con el desbroce continuado elimina también  el regenerado del arbolado, imposibilitando la sustitución de los viejos árboles.

Se olvida acaso que en el monte mediterráneo las funciones ecológicas que dan estabilidad al bosque (resiliencia y resistencia)  requieren del complejo sotobosque de arbustos; no ocurre igual con las funciones ecológicas en los bosques atlánticos o boreales, como hayedos, robledales, abetales y pinares en donde es el arbolado el que mantiene el sistema forestal.

Más aún, en los bosques atlánticos es  fácil crear prados muy productivos y totalmente sostenibles.  Mientras que la dehesa  con su cobertura arbolada es precisamente el punto de equilibrio para mantener un pasto bajo las duras condiciones climáticas mediterráneas. Arbolado y arbustos rebrotadores son los que proporcionan una alta capacidad para resistir y recuperarse de las perturbaciones y no sólo de las físicas, como el fuego o una sequía;  también plagas y enfermedades. Desde ese momento, en que el arbolado queda como único soporte vegetal perenne del ecosistema forestal,  el mantenimiento de las funciones del suelo y capacidad de  regeneración dependerán de la calidad y cantidad de la cubierta arbórea. En la dehesa normal, falta los arbustos y al faltar el regenerado, el arbolado no proporciona la cubierta necesaria para el mantenimiento de las funciones del suelo del bosque; por lo que es frecuente que no se estabilice el pasto y acabe degradándose aún más el suelo.


Para explicar más gráficamente esto dejemos claro algunas definiciones:

Bosque mediterráneo: Ecosistema complejo con todos los estratos (arbóreo, arbustivo, matorral, lianoide y herbáceo).  Este bosque tiene una alta resiliencia o capacidad para recuperarse de impactos fuertes. Así un fuego puede quemarlo; pero la rebrotación posterior de árboles y arbustos produce una rápida recuperación del bosque.

Mancha mediterránea:  Son formaciones de monte leñoso o arbustedo, formados por diversas especies de arbustos ( madroños, lentiscos, olivillas, rhamnus, acebuches, mirtos, coscojas, etc.) que aparecen en el sotobosque del bosque potencial. A pesar de ser una degradación del bosque mantienen una  gran diversidad, resiliencia a impactos naturales como el fuego, y la recuperación del bosque resulta sencilla en ausencia de perturbaciones Precisamente esta capacidad para soportar perturbaciones ha sido aprovechado para el aprovechamiento sostenido durante siglos de leñas y carbón vegetal en régimen de monte bajo, y como  complemento del  pasto al proporcionar ramón en la época en la que no hay pasto herbáceo o este es muy poco nutritivo por estar seco y, así mismo, en los cotos por su papel como cobijo de la fauna cinegética. La fácil recorversión de estas manchas en bosque o dehesa ha sido práctica común durante el pasado siglo, por ello la mancha es, a veces, un bosque en espera.


Matorral serial: A veces el fuego repetitivo propiciado por el ser humano y el abuso del ganado  dañan   la vegetación de la mancha mediterránea y  en consecuencia  el suelo queda degradado y la recuperación es muy complicada. Entonces el matorral que ocupa el monte está formado por especies que  no suelen mejorar el suelo y se perpetúan favorecidas por el fuego y la falta de cubierta arbórea  (ya que no soportan la sombra) es el caso de jarales o brezales.

¿Dónde queda la dehesa? La dehesa, tal como se entiende hoy día,  no es una formación natural sino una transformación del  monte mediterráneo fruto de una gestión dirigida y por tanto distinta a la natural, pero está muy relacionado con ellas. En primer lugar, la dehesa puede derivar directamente del bosque por supresión del sotobosque. También se pueden crear a partir del  arbustedo, limpiando el matorral  y dando tratamientos que beneficien al monte bajo de encina como resalveo, selección de brotes y realces de los chirpiales para crear árboles. Estos dos casos son el origen tradicional de las dehesas de encinas, a la que se podría añadir la siembra de bellotas de alcornoque a partir de la expansión del sector  taponero a finales del siglo XIX.

La mayoría de las dehesas modernas son fruto de una gestión desde hace poco más de un siglo,  tras las desamortizaciones del siglo XIX, como se puede ver por la edad del arbolado. La escasa intensidad de la gestión anterior obedecía a la indolencia propia de los terratenientes cuya escasa planificación se limitaba a vivir de las rentas de sus tierras basada en el arrendamiento de los aprovechamientos. Esta intensificación se produciría gradualmente y configura el paisaje de dehesa que nos es familiar hoy día. La finalidad buscada era  conseguir un pastizal estabilizado, aunque esto puede requerir de condiciones que no siempre se dan, como un suelo profundo, precipitaciones abundantes  o compensación por  humedad edáfica.

EL PROCESO ACTUAL


En el monte mediterráneo todos lo años no son iguales, algunos son más secos o calurosos. A veces, incluso una tormenta seca o la actividad humana generan un incendio que barre el matorral para luego recuperarse milagrosamente en pocos años.

Las claves del éxito para resistir estos impactos tan duros como sequías, veranos de calor sofocante, fuego,  la corta de todo el arbolado  o el paso de un enorme rebaño de ovejas; es la capacidad para recuperarse mediante varias estrategias como el rebrote, o la permanencia en forma de semillas resistentes. En ambos casos depende del suelo como constructor del ecosistema forestal.

El suelo forestal  es el constructor del ecosistema porque es el banco de semillas, la reserva de nutrientes, el depósito  del agua... Y algo más que un simple reservorio físico, el suelo es vida, en si es la mitad del ecosistema, es la reserva y la fábrica en la que el sistema invierte en el proceso de construcción hasta alcanzar el óptimo ecológico caracterizado por la eficacia del sistema para dar cobijo a la mayor biodiversidad con la mayor eficiencia en el uso de los recursos (nutrientes, agua, luz). La productividad del bosque natural está fundamentada en las complejas relaciones entre los diversos seres vivos y su medio ambiente. Disminuidas estas relaciones solo se puede esperar a que vuelvan a restablecerse o usar insumos externos como energía y nutrientes para alcanzar esa productividad.

La formación del subsistema “suelo forestal” es un proceso largo y por suerte la rotura no es fácil. El bosque mediterráneo lleva miles de años evolucionando para resistir el impacto de los desastres naturales;  y no son suficientes para acabar con la riqueza de una vez, pues dan descanso. Sólo el ser humano es insistente y  actúa de forma permanente y al no haber descanso no hay tampoco recuperación. Esto ocurre con el suelo de la dehesa sometido a elevadas cargas pastantes sin descanso incluso cuando no hay pastos como  en el seco verano o durante las fuertes sequías; la falta de alimento no reduce la carga como ocurría antiguamente de forma natural por el movimiento del ganado durante el verano a frescos pastos o la muerte de  parte de la población de ungulados en periodos adversos; el mantenimiento de estas cargas es algo que no es natural y que solo es posible gracias a los piensos (y las ayudas de la PAC). 
El deterioro del suelo no es algo que pase con las estaciones, como se agota y reverdece el pastizal; no se agota el pasto  sino su  fabrica, que  es el binomio suelo-arbolado, indisoluble en la desehesa sotenible.  Cuando llega el verano el pasto se agosta, como en una árida estepa salvo que queda el arbolado que mantiene el ecosistema vegetal, sólo el arbolado mantiene la capacidad del suelo para volver a  dar un buen pasto tras las primeras lluvias de otoño. De no ser así, porque el ganado ha compactado el suelo, se recurre al laboreo, que degrada más el suelo y daña las raíces superficiales, las mismas que son más activas en la captura de nutrientes. Esto  produce un decaimiento en el estado sanitario del arbolado, y al haber menor producción de hojarasca el suelo se deteriora aún más sin esa cubierta protectora (liter) y al no permitirse el desarrollo del regenerado por el diente del ganado y desbroces, el arbolado que muere no es sustituido y la cubierta tiende a desaparecer.






REFLEXIÓN FINAL


El problema ambiental de la dehesa no esta causado por causas exógenas. Todos somos responsables, todos los que tenemos intereses en este medio, pues todos queremos que sea compatible el mantenimiento de la riqueza natural con el desarrollo económico de las áreas rurales y lo llamamos "desarrollo sostenible".  No admitimos la realidad de la incompatibilidad entre viejos y nuevos modelos. Los antiguos límites que la naturaleza y la economía imponía dentro de un modelo cerrado han sido superados  por las ayudas externas
Socialmente, es más asumible la degradación silenciosa y la paulatina pérdida, que entrar en una crisis social y económica que afecta a una parte muy importante del territorio. Sin embargo, la crisis estaba latente muchos años antes de que se hablara de “la Seca”, cuando se alababan  (y aún hoy día) las funciones de cobijo de la fauna de los grandes árboles de tronco ahuecado. Imágenes bellas la del lince y sus crías en el tronco hueco, la del cárabo, búho, herrerillo, lirón y tantos otros; una imagen que se estropearía si se quiere  ver los  árboles prematuramente envejecidos, forzados hacía la decrepitud, sin regenerado ni posibilidad de perpetuarse.  Creo que alguien dijo que son bosques fósiles; o más bien, si alguna vez la dehesa fue sostenible, serian  dehesas fósiles.



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