Campiña en Niebla (Huelva) Foto del autor. |
Me encuentro que en Andalucía los
bosques islas se interpretan según la teoría
de la biogeografía de islas. En la web de la Consejería de Medio Ambiente y
Ordenación del Territorio se explican algunos detalles de la formación de esta
teoría partiendo de islas
marinas.
Quizá el término sea desacertado
para la conservación de estos reductos silvestres ya que pone énfasis en el
contenido forestal de estas parcelas y no en el entorno agrícola en el que se
encuentran inmersas. Sin embargo la Estrategia del Paisaje de Andalucía ( de 1
de marzo de 2012) identifica a la
“integridad ecológica” como uno de los principios rectores de la
Estrategia. Integridad ecológica que no
se consigue con la mera conservación de los reductos de vegetación natural.
Me parece qué este concepto de
“isla” es pernicioso, pues no ha existido realmente este aislamiento en el
medio rural tradicional; al contrario, la campiña mediterránea de olivares y
cereales es un agrosistema particularmente rico en avifauna y pequeña fauna
terrestre. A este respecto existen estudios ecológicos sobre la
conectividad y fragmentación de hábitats
que ponen de manifiesto que un hábitat fragmentado como el que nos ocupa puede
mantener gran parte de la biodiversidad o incluso aumentarla. De hecho el
efecto borde queda en estos caso magnificado y puede mostrarse muy beneficioso
para muchos seres vivos como la avifauna que puede fácilmente desplazarse entre
estos reductos de vegetación forestal.
Somos conscientes que también en
los terrenos agrícolas hay valores naturales que preservar y que se pierden
con la intensificación a medida que
nuestros campos se van desnaturalizando
por una agricultura intensiva que buscando el máximo beneficio económico no
conoce más limites que los del mercado.
La inadecuada ordenación del
territorio (cuando existe) y la separación ambiental entre el medio agrícola
(productivo) y el forestal (conservación), lleva a la protección aislada, sin
tener en cuenta los cultivos. La preservación de estos pequeños elementos del
paisaje, ya sean enclaves, setos, sotos (vegetación de ribera) no está tanto
condicionada por la forma fragmentada
como los vemos; tanto como, por
no atender a los cambios en la matriz agrícola en que se hallan, que pueden hacer perder las condiciones acogedoras de los
cultivos tradicionales para finalmente aislar efectivamente los pequeños
reductos naturales.
Simplemente la puesta en regadío bajo la condición de
respetar estos enclaves pueda mantener la apariencia de la vegetación,
aunque en realidad se produce un deterioro de las relaciones
ecológicas que se mueven en una red que no depende tanto de la dimensión del espacio físico como de la calidad del medio.
Por tanto, el calificativo,
entiendo que peyorativo, de “bosques islas” referido a agrosistemas con una
alta biodiversidad parece premonitorio de lo que puede ocurrir si finalmente se
intensifica la agricultura. Como no
parece de otro modo. Así, por
ejemplo, la Ley del Olivar de Andalucía incentiva la “adaptación para la
recolección mecanizada, la puesta o modernización del regadío” ( art. 19 de la
Ley 5/2011) y fomentar el regadío del olivar (art. 22 de la Ley 5/2011).
Curiosamente, en el medio
forestal, de una forma opuesta, somos
igualmente miopes al atajar la restauración de los montes degradados. Nos
preocupamos de instalar la formación forestal que representa la cabeza de serie
del bosque y lo hacemos como si el medio fuese uniforme, desaprovechando la
importante función del entramado de vegetación que incluye las
riberas y toda la zona de influencia de la red de drenaje, que favorecen la
progresión del ecosistema forestal en su conjunto en un medio seco como el
mediterráneo.
Y es que, aprovechar estos
ecotonos favorece mucho la biodiversidad. Pero esto no ocurre cuando el medio
esta tan sumamente condicionado por el
cultivo y alejado de lo natural, como dice preocupado Margalef es un
hecho que a nivel del sistema ecológico produce una uniformización del
ecosistema con grave pérdida de la
biodiversidad global.
Analicemos la siguiente parcela
en una zona agrícola de Niebla (Huelva). Es un mosaico de cultivos tradicionales
principalmente olivar y cereal. He realizado un señalamiento de todos los
restos de vegetación natural como setos, riberas y bosques.
Echemos un vistazo, pensando en
el ecosistema forestal que está fragmentado.
Se puede observar como entonces
se forma un mosaico de vegetación forestal. Oficialmente diríamos que son
restos de vegetación forestal en una zona agrícola. Que forman un entramado no totalmente conectado físicamente dado que no se cortan
las largas líneas de setos con riberas y enclaves forestales más o menos
grandes. Pero que sucedería si uniéramos estos setos, e igualmente si por
ejemplo suprimiéramos el 50% de esta superficie de setos. ¿Las diferencias de
conectividad y la biodiversidad asociada entre estos casos sería muy grande?
Esta visión ecológica es errónea.
El presunto ecosistema forestal no existe sino un agrosistema que apenas perdería la continuidad con esa
reducción o aumento de la longitud de los setos. Porque, la continuidad no es
aquí una cuestión geomética. Cosa muy
distinta es si el cultivo tradicional de secano pasara a ser un olivar en
regadío, levantado cercados o invernaderos; ahora sí traería consigo la pérdida de la continuidad
entre los espacios forestales no tanto por el distanciamiento sino por el
efecto borde negativo (impacto) del
cultivo. Esto al extenderse en el territorio podría significar la pérdida
del ecosistema.
Esta es la paradoja, es más
importante conservar el cultivo agrícola tradicional que los restos de
vegetación silvestre.
Como curiosidad, el camino que
discurre en la dirección este-oeste es una vía pecuaria. No es precisamente la
zona en donde se haya respetado más la vegetación natural. Se puede observar
como muchas veces la protección legal no
implica la preservación.
Fotografias aéreas obtenidas de la REDIAM, Junta de Andalucía. Elaboración propia del autor.
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