lunes, 30 de enero de 2017

BOSQUES ISLAS

Campiña en Niebla (Huelva) Foto del autor.
Me encuentro que en Andalucía los bosques islas se interpretan según la teoría de la biogeografía de islas. En la web de la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio se explican algunos detalles de la formación de esta teoría partiendo  de islas marinas.

Quizá el término sea desacertado para la conservación de estos reductos silvestres ya que pone énfasis en el contenido forestal de estas parcelas y no en el entorno agrícola en el que se encuentran inmersas. Sin embargo la Estrategia del Paisaje de Andalucía ( de 1 de marzo de 2012)  identifica a la “integridad ecológica” como uno de los principios rectores de la Estrategia.  Integridad ecológica que no se consigue con la mera conservación de los reductos de vegetación natural.


Me parece qué este concepto de “isla” es pernicioso, pues no ha existido realmente este aislamiento en el medio rural tradicional; al contrario, la campiña mediterránea de olivares y cereales es un agrosistema particularmente rico en avifauna y pequeña fauna terrestre. A este respecto existen estudios ecológicos sobre la conectividad  y fragmentación de hábitats que ponen de manifiesto que un hábitat fragmentado como el que nos ocupa puede mantener gran parte de la biodiversidad o incluso aumentarla. De hecho el efecto borde queda en estos caso magnificado y puede mostrarse muy beneficioso para muchos seres vivos como la avifauna que puede fácilmente desplazarse entre estos reductos de vegetación forestal.

Somos conscientes que también en los terrenos agrícolas hay valores naturales que preservar y que se pierden con  la intensificación a medida que nuestros campos se van  desnaturalizando por una agricultura intensiva que buscando el máximo beneficio económico no conoce más limites que los del mercado.

La inadecuada ordenación del territorio (cuando existe) y la separación ambiental entre el medio agrícola (productivo) y el forestal (conservación), lleva a la protección aislada, sin tener en cuenta los cultivos. La preservación de estos pequeños elementos del paisaje, ya sean enclaves, setos, sotos (vegetación de ribera) no está tanto condicionada por  la forma  fragmentada  como los vemos; tanto como,   por no atender a los cambios en la matriz agrícola en que se hallan, que pueden hacer  perder las condiciones acogedoras de los cultivos tradicionales para finalmente aislar efectivamente los pequeños reductos naturales.

Simplemente la puesta en regadío bajo la condición de respetar estos enclaves pueda mantener la apariencia de la vegetación, aunque  en realidad  se produce un deterioro de las relaciones ecológicas que se mueven en una red que no depende tanto de la dimensión del  espacio físico como de la calidad del medio.



Por tanto, el calificativo, entiendo que peyorativo, de “bosques islas” referido a agrosistemas con una alta biodiversidad parece premonitorio de lo que puede ocurrir si finalmente se intensifica la agricultura.  Como no parece de otro modo.  Así, por ejemplo,  la Ley del Olivar  de Andalucía incentiva la “adaptación para la recolección mecanizada, la puesta o modernización del regadío” ( art. 19 de la Ley 5/2011) y fomentar el regadío del olivar (art. 22 de la Ley 5/2011).

Curiosamente, en el medio forestal, de una forma opuesta,  somos igualmente miopes al atajar la restauración de los montes degradados. Nos preocupamos de instalar la formación forestal que representa la cabeza de serie del bosque y lo hacemos como si el medio fuese uniforme, desaprovechando la importante función  del  entramado de vegetación que incluye las riberas y toda la zona de influencia de la red de drenaje, que favorecen la progresión del ecosistema forestal en su conjunto en un medio seco como el mediterráneo.

Y es que, aprovechar estos ecotonos favorece mucho la biodiversidad. Pero esto no ocurre cuando el medio esta tan sumamente  condicionado por el cultivo y alejado de lo natural, como dice  preocupado Margalef es un hecho que a nivel del sistema ecológico produce una uniformización del ecosistema  con grave pérdida de la biodiversidad global.

 Una consecuencia particular de la intensificación y, como vemos, pérdida de estas zonas es el deterioro de los principales corredores naturales en áreas agrícolas: los cauces públicos. La intensificación termina suponiendo un  importante impacto negativo a los cauces naturales, se incrementa a veces brutalmente la concentración de la escorrentía por los plásticos de invernaderos, aumentan los arrastres por la intensidad de las labores y eliminación continuada de la primera red de drenaje que forma cárcavas y arroyadas con cada  periodo de intensas lluvias. Finalmente la vida de estos cauces también termina empobreciéndose al quedar barrida la vegetación, cubierto con sedimentos el cauce y deja de haber pozas en verano por lo que puede desaparecer la ictiofuna y parte de los anfibios y demás animales ligados a estos hábitats.  Pero esto es otro tema para comentar en otra ocasión con más detalle.

Analicemos la siguiente parcela en una zona agrícola de Niebla (Huelva). Es un mosaico de cultivos tradicionales principalmente olivar y cereal. He realizado un señalamiento de todos los restos de vegetación natural como setos, riberas y bosques.


Echemos un vistazo, pensando en el ecosistema forestal que está fragmentado.
Se puede observar como entonces se forma un mosaico de vegetación forestal. Oficialmente diríamos que son restos de vegetación forestal en una zona agrícola.  Que forman un entramado no totalmente  conectado físicamente dado que no se cortan las largas líneas de setos con riberas y enclaves forestales más o menos grandes. Pero que sucedería si uniéramos estos setos, e igualmente si por ejemplo suprimiéramos el 50% de esta superficie de setos. ¿Las diferencias de conectividad y la biodiversidad asociada entre estos casos sería muy grande?

Esta visión ecológica es errónea. El presunto ecosistema forestal no existe sino un agrosistema  que apenas perdería la continuidad con esa reducción o aumento de la longitud de los setos. Porque, la continuidad no es aquí una cuestión  geomética. Cosa muy distinta es si el cultivo tradicional de secano pasara a ser un olivar en regadío, levantado cercados o invernaderos; ahora sí  traería consigo la pérdida de la continuidad entre los espacios forestales no tanto por el distanciamiento sino por el efecto borde negativo (impacto)  del cultivo. Esto al extenderse en el territorio podría significar la pérdida del  ecosistema.



Esta es la paradoja, es más importante conservar el cultivo agrícola tradicional que los restos de vegetación silvestre.


Como curiosidad, el camino que discurre en la dirección este-oeste es una vía pecuaria. No es precisamente la zona en donde se haya respetado más la vegetación natural. Se puede observar como muchas veces la protección legal no  implica la preservación.

Fotografias aéreas obtenidas de la REDIAM, Junta de Andalucía. Elaboración propia del autor.


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