LAS RIBERAS, CORREDORES
ECOLÓGICOS DEL MONTE MEDITERRÁNEO.
En la anterior entrada "Una valoración ambiental de la
transformación del territorio: La pérdida de conectividad y la
fragmentación" se trata una problemática cuya resolución pasa
necesariamente por la preservación de la flora y fauna asociada a los ríos y
arroyos,
Las riberas son la mejor
muestra de interdependencia en los ecosistemas del monte mediterráneos al
generar un amplio ecotono con el monte mediterráneo, que conecta enormes extensiones como auténticos
corredores ecológicos de variados biotopos agrícolas o forestales.
Frecuentemente este papel no se ha sabido valorar en las
restauraciones forestales,
desaprovechando la potencialidad de la riberas, lo que supone una
pérdida de la eficacia del sistema para alcanzar la madurez, y los objetivos de
una restauración: aumentar la estabilidad, resistencia o resiliencia. Precisamente, en el entorno mediterráneo
los ecosistemas de ribera pueden alcanzar la madurez más rápidamente y extender
el efecto estabilizador de los ecosistemas maduros al resto del monte. Al
contrario, la perturbación de las riberas por la agricultura, la selvicultura
intensiva y la contaminación en la cuenca vertiente, produce alteraciones sobre
los ecosistemas que comienzan por la
aportación de sustancias toxicas o nutrientes y terminan por el establecimiento
de organismos invasores o patógenos que perjudican la sucesión y el
mantenimiento de estados ecológicos maduros.
Vemos como, haciendo un símil orgánico, la red de drenaje se convierte
en el sistema circulatorio o nervioso del monte mediterráneo; distribuye
efectos beneficiosos para el conjunto del sistema cuando está en buen estado y
puede resultar nociva en caso contrario.
La red hidrográfica constituye
por tanto una clave en la recuperación de nuestros ecosistemas forestales y
recuperarla se hace prioritario. En consecuencia, la restauración de los montes
debería hacerse siempre desde las riberas, cuando ocurre que, al contrario, se
olvidan frecuentemente en los proyectos.
El caso ya tratado del síndrome de la seca (pudrición radicular) de encinas y
alcornoques en el Andévalo podría ser una muestra para esta hipótesis. Se
conoce que el organismo causante es el oomiceto Phythophora cinnammomi que requiere de un medio húmedo para la infección
con sus zoosporas acuáticas. El
encharcamiento durante el otoño húmedo mediterráneo es el factor que predispone
a la infección, en parte debido a la alteración de la propia red de drenaje por
la actividad humana (laboreo que rompe la primera red de drenaje y una
compactación del suelo por el pisoteo del ganado); en caso contrario, las esporas han de moverse con el agua por la
red de drenaje del monte. Entonces la red de drenaje alterada se convierte en
el dispersor del patógeno; pero en un cauce bien conservado las especies mediterráneas de ribera como
fresnos y adelfas parecen ser inmunes a
esta enfermedad, siendo previsible que por tanto sea un medio hostil para las
zoosporas del hongo.
Cultivo de cítricos en Isla Cristina, no se ha respetado la red de drenaje que aparece entre el cultivo.
A pesar
de la destrucción de la olmeda, esta foto muestra la calidad del cauce
en el Arroyo Lavapiés. La corta
del arbolado, los movimientos de tierra para nivelar y poner regadíos intensivos; en definitiva, la intensificación del uso del suelo en la cuenca,
traería consigo el arrastre de sedimentos y la pérdida de estabilidad del cauce
en los puntos afectados y aguas abajo, además de las consecuencias ya
expuestas sobre los ecosistemas. Foto del autor.
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