Burbujas económicas y "no
sostenibilidad ambiental" son conceptos paralelos. Al estar todo
supeditado a una economía totalmente dominada por el balance de cuentas de las
grandes entidades privadas, observamos la contradicción del discurso político
del desarrollo sostenible con la reposición generación tras generación de
infames clásicos ambientales como el "boom del ladrillo" y la falta
de solución al abandono de los residuos.
Un ejemplo es lo ocurrido en la
urbanización "El Quiñón" en Seseña, un modelo del
"pelotazo" urbanístico nacional
que volvió a ser noticia con el incendio del "mayor cementerio de
neumáticos de Europa". Un cámara de televisión tuvo el acierto de tomar
una imagen que recogía toda la información, por un lado las amenazantes nubes
tóxicas sobre las uniforme hileras de pisos y en la avenida un cartel
anunciador con el texto : "Seseña, ciudad sostenible".
Supongo que con la sostenibilidad
ocurre como con otros términos de moda, y se hace un uso abusivo para
intentar mejorar la imagen dañada.
Casi en oposición a la imagen del
desarrollismo se encuentra el campo,
nuestro abandonado medio rural. No se suele usar el término sostenible para
referirse a él, pues parece que no lo necesitara. Pero esto puede estar
cambiando.
En el mundo financiero el apoyo
al sector agrícola ha tenido una imagen "ambientalista" frente al
urbanístico. Además con la actual crisis, los capitales expulsados del negocio
urbanístico han encontrado en la moderna agricultura un negocio muy
rentable, al menos mientras dure el
abaratamiento del petróleo.
Almería y su mar de plástico
resultaría el paradigma del coste ambiental de los cultivos forzados, con sus
enormes cantidades de residuos no biodegradables, fertilizantes, plaguicidas,
desaladoras... Este es un problema ambiental localizado. No es este el grave problema, sino aquel el que se
extiende por nuestros campos y montes. Les hablo de la generalización del
regadío, de la fertilización intensiva, del uso de herbicidas y plaguicidas,
que está transformando el territorio como jamás antes haya ocurrido y a un
ritmo vertiginoso. Se trata además de la expulsión de ecosistemas mediterráneos milenarios.
Para salvar esta problemática la
política ambiental cuenta con el instrumento llamado “ordenación del
territorio” que, para su verdadera efectividad, debería adelantarse a las
grandes transformaciones y valorar con cierta sensibilidad los sistemas
naturales; lo que no siempre ocurre, pues la realidad es que las
transformaciones se realizan frecuentemente sin previa planificación y
supeditadas tan sólo a criterios económicos de corto plazo.
Sabemos que las graves pérdidas
ecológicas, llegando a tener repercusión global, son causadas por impactos
locales como la fragmentación de los hábitats naturales como bosques o vegetación de ribera (ver entrada: Una valoración ambiental de la
transformación del territorio: La pérdida de conectividad y
la fragmentación). La ordenación del
territorio intenta salvaguardar los “procesos ecológicos” reduciendo la destrucción de estos espacios
mediante una valoración de conjunto que contempla figuras como bosques islas y
corredores ecológicos. Esta valoración paisajística del ecosistema resulta
insuficiente, pues solo se preocupa de la
conectividad topográfica; las complejas relaciones ecológicas requieren
de una valoración distinta, como resulta
de comprender la permeabilidad topológica del sistema. Esto es, no
importan tanto las distancias como lo qué ocurre en el espacio que las
separa. Por ejemplo, un olivar de secano
tradicional no separa dos enclaves forestales, forma parte del mismo
agrosistema; si se transforma en un cultivo intensivo puede suponer un espacio
indeseable para la biocenosis circundante, pero también una fuente de
distorsión sobre las relaciones ecológicas de alrededor como bosques o riberas.
Antes (2001) y después (2015), cerca del Cabo de Gata en Almería |
Entender la compleja trama de los
ecosistemas es difícil; pero entender la intensidad de las perturbaciones en
los espacios agrícolas es fácil. Solo hace falta sumar: fertilizantes,
herbicidas, cubiertas de plástico, fitosanitarios, hormonas vegetales,
uniformidad genética, movimientos de tierra, alteración de cauces, erosión, uso
de aguas superficiales, extracción de acuíferos, mecanización... Y todos estos elementos (salvo los plásticos)
aparecen con más frecuencia cada día en la explotación forestal, caso de
la celulosa, o la biomasa energética.
La ordenación llega muchas veces
demasiado tarde. Esta tardanza deja más abiertas las posibilidades para
transformar el medio rural. En general la falta de planificación hace que no
haya más límites ambientales que el cambio de uso de terrenos forestales o la
transformación de grandes regadíos, por lo que una finca agrícola de regadío
puede transformarse desde niveles relativamente bajos de intensidad a los más
altos sin limitación ambiental. Ahora
pensemos en el último estadio, como el
cultivo hidropónico en invernadero:
·
Destrucción de los horizontes edáficos para
nivelar el terreno. Esto puede acarrear importantes perturbaciones en la
hidrología superficial y en ocasiones en los acuíferos.
·
Formación de una barrera ambiental:
ü
Físicamente, pues el invernadero queda aislado
hasta tal punto que los polinizadores criados en "granjas" han de ser
adquiridos por el agricultor para su suelta in situ.
ü
Químicamente, por el uso de acondicionantes,
pesticidas y fertilizantes.
·
Cultivo sin suelo. El suelo queda inerte y
desconectado de la biocenosis circundante, únicamente sirve de soporte del
edificio, se cultiva en substratos inertes como la lana de roca que ha de
sustituirse cada campaña, generando un residuo.
·
Residuos: contenedores de fitosanitarios, plásticos,
substratos y residuos orgánicos del cultivo. Las explotaciones intensivas se
convierten en productores de residuos como una industria. Algunos de estos
residuos son tóxicos y peligrosos.
·
Vertidos:
No se suelen considerar los vertidos de estas fincas, en este caso se
trata del agua de escorrentía de las cubiertas plásticas que suponen una
alteración muy importante en la cuenca vertiente, pues al no haber infiltración
aumentan los caudales punta y disminuyen los tiempos de concentración aguas
abajo, haciendo más peligrosos los aguaceros. Aparecen daños por riadas, donde
antes no los hubo.
·
Urbanización: Este tipo de cultivo requiere de
instalaciones importantes con naves para maquinaria y almacén. Además va
acompañado de una demanda importante de mano de obra que requiere de servicios,
a veces de alojamiento con todo lo que ello conlleva (infraestructuras de
saneamiento, vertidos y basuras). Parejo a estas construcciones, se mejora la
infraestructura viaria y los caminos de tierra se convierten en vías con
pavimento de alquitrán, ya
permanente, en consecuencia se hacen
cunetas y pasos de agua.
Las Malvinas, Moguer (Huelva) |
Toda esta transformación puede
darse sin apenas impedimento ambiental si se parte de un suelo ya agrícola.
Ahora bien, el huerto tradicional y esta agricultura industrial, están tan
distanciadas como el garaje del vecino y un taller de mecánica. Aunque, por
suerte, a mi vecino no le permiten convertir su garaje en un taller por que lo impide la normativa urbanística.
Invernaderos en la playa en Adra. Foto del Autor. |
Invernaderos en Adra. Foto del Autor. |
Únicamente el mercado determina el futuro de estas explotaciones. La paradoja es que, cuando la burbuja estalle, el abandono producirá un daño ambiental secundario mayor. Recuerdo hace años haber visto invernaderos abandonados, rotos al viento como un velero tras una batalla, repartiendo fragmentos de plástico, incluso junto al mar en la costa entre Adra y Motril; los plásticos acumulados y quemados, los botes de fitosanitarios flotando en lagunas o arroyos, no es tanto un síntoma de incivismo como de falta de planificación; pues toda burbuja económica es fruto de la incapacidad de planificación de la Administración.
Algunas noticias al respecto:
Contaminación por herbicidas, noticia de El Pais
http://www.abc.es/local-aragon/20141103/abci-contaminacion-deja-inutilizado-embalse-201411030852.html
http://www.elmundo.es/elmundo/2010/09/27/galicia/1285614184.html
http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/02/22/actualidad/1361567440_063752.html
http://www.elmundo.es/elmundo/2004/03/02/sociedad/1078222778.html
http://www.elmundo.es/elmundo/2010/09/27/galicia/1285614184.html
http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/02/22/actualidad/1361567440_063752.html
http://www.elmundo.es/elmundo/2004/03/02/sociedad/1078222778.html
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