Después de hablar del incendio de
este pasado mes de junio de 2017 quedaba pendiente tratar el asunto de la
restauración.
Antes que nada, pongámonos en
antecedentes. Para ello nos debemos remontar a finales del siglo XIX cuando
nuestro país era un territorio deforestado y con graves riesgos ligados a la
desertificación. Había mucho por
desarrollar en lo que la ciencia forestal se refiere y un pequeño grupo de pioneros formado por los primeros funcionarios
del Cuerpo de Ingenieros de Montes del Estado marcarían un primer hito con la
creación del Catálogo de Montes de Utilidad Pública; pero estaba todo por hacer
en una España agotada de desastres, tan cerca geográficamente al desierto
africano, como igualmente retrasada y rural. La nueva conciencia social difundía
a través de la prensa un pavoroso escenario de devastación en el arco mediterráneo, a las sequias
y riadas se uniría además, cual plaga bíblica, la filoxera de la vid. Fue el caso de Málaga, la próspera ciudad del sur pionera industrial, pero aún muy dependiente, como durante siglos, de
la exportación de sus vino se hundía en la crisis. Abandonando el cultivo en la
cabecera del río Guadalmedina que atraviesa la ciudad ( como su nombre indica, río
de la medina), dejando baldías y desnudas las empinadas laderas favoreciendo el
arrastre de las tormentas otoñales causando graves daños en el centro de la
ciudad. En septiembre de 1907 murieron 21 personas, fue la cuarta y peor de una serie de inundaciones ocurridas
a principios de siglo.
Para evitar estos desastres se realizaron
actuaciones hidrológico-forestales a
partir de los años treinta, consistentes
tanto en repoblaciones como obras de corrección hidrológicas (diques) en los
arroyos que evitaron que nuevas riadas afectaran a la ciudad además de crearse
el pulmón verde ahora Parque Natural.
El caso de Málaga será una de las
muchas actuaciones de este tipo alentadas por una conciencia social fruto de la
entrada del pensamiento de la ciencia entre los intelectuales que animará a las
autoridades a abordar el problema creándose partir de 1901 las Divisiones
Hidrológico-Forestales encargadas de la repoblación de las cuencas y los terrenos inestables entre
cuyos primeros retos estuvo la fijación de las dunas en distintas partes del
país.
Sí, fijación de dunas. ¿Acaso no
fue necesario? En este país la memoria y el reconocimiento escasean.
Siguiendo la obra "El
pino Piñonero (Pinus pinea) en Andalucía" editado por la Junta de Andalucia en 2004 y
que es posible consultar por la web:
En el año 1894 la Comisión de Repoblación de las dunas del Sudoeste
dependiente del Ministerio de Fomento emitía sus primeros informes sobre el
estado de las dunas en algunos puntos de la costa gaditana.
La
Dirección General de Agricultura nombra en 1887 una comisión para la fijación
de las dunas desde el Guadiana al Guadalquivir presidida por Luis Heraso que
presenta un estudio en 1889. Algo más tarde queda constituida la Comisión de
Repoblación de las Dunas del Suroeste
que eleva su propuesta en 1892. En el siguiente siglo se desarrollarán las
actuaciones: 1902, Isla Cristina, 1905,
Puerto de Santa María y Barbate, 1906, Vejer, 1924, Odiel (Moguer y Palos). En
Almonte se intervendrá mucho más tarde, en 1938, durante la Guerra Civil.
La comparación de estas imágenes nos permite ver como en la segunda del
año 1957 la parte cercana al camping estaba recién repoblada y los médanos
dunares aún descubiertos de vegetación. La cubierta es mayor al oeste del
término de Moguer pues las repoblaciones tenían ya hasta un par de décadas.
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Aspecto que tenía uno de los
médanos o cordones dunares antes del incendio (cerca del Parador).
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En un documento publicado en 1990 Heraso habla de las dunas móviles en
Almonte y menciona que quedan restos insignificantes
de los magníficos pinares que las poblaban hace 40 años.
Pino "centenario" del
Parador de Mazagón, declarado Monumento Natural. Este árbol muestra un porte completamente
natural para el medio en el que se
desarrolló, como otros que aparecen entre las dunas. Si hubiese sido sembrado
para obtener su piñón hubiese sido podado para que tuviera una copa alta y
aparasolada, por tanto es un testigo de la naturalidad de estos árboles en Doñana
y su entorno. (Fuente Junta de Andalucía).
Por tanto, se pone en evidencia
la presencia antigua de estos pinares, aunque sus masas habrían sufrido una intensa
deforestación antes de la segunda mitad del siglo XIX.
Otra fuente que se puede
consultar es " La Frontera de Doñana" de Francisco Garcia Novo, Ángel
Martin Vicente y Julia Toja Santillana. Universidad de Sevilla, Sevilla 2007.
En todo este periodo posterior ha
habido discusiones acerca del origen
autóctono o no del pino piñonero. Creo que debería darse por zanjada la
discusión en vista de las evidencias palinológicas que han aparecido. Se
observa que en muchos lugares las deforestaciones durante los últimos siglos
llevará a la casi desaparición del pino en amplias zonas, en donde hay
registros anteriores. Por ejemplo en el ámbito de Doñana, coincide con la
presencia de registro de Vitis vinifera, señal de posible roturación para el
cultivo.
Resulta muy pertinente recordar
el origen de estos montes cuando tras el desastre se pretende revisar la labor
realizada, en particular la conveniencia
de repoblar con pino piñonero.
Las objeciones para el uso del
pino piñonero son dos:
1.- No es una especie autóctona.
2.- Incrementa el riesgo de
incendios.
Las dos son falsas. En primer
lugar hay evidencias científicas de la
naturalidad de Pinus pinea en todo el Holoceno en el arco mediterráneo. Un caso
bien datado es el de la Cueva de Nerja
(Málaga) con presencia continua de Pinus pinea identificado por carbones e
incluso piñones recolectados por las poblaciones humanas para su alimentación desde el Gravetiense al Mesolítico. Pero es
que el trabajo de investigación palinológica realizado en el Asperillo, corazón
de área incendiada, demostró la presencia de P. pinea en el periodo comprendido
entre hace 25.000-11.000 años BP. ( Ver "Paleoflora y Paleovegetación de
la Península Ibérica e Islas Baleares. Plioceno-Cuaternario" de José S.
Carrión (coord.) Murcia.2012).
Me resulta sorprendente que aún a
día de hoy, con abundantes pruebas científicas que demuestran el carácter
autóctono del pino piñonero, se pretenda mantener lo contrario pese a las evidencias.
Peor aún me parece, casi una
perversión, el que personas que conocen bien la historia de estos montes, al
menos la más reciente, relacionen el incendio con las repoblaciones de pinos.
¡No se habían quemado en un siglo! ¿ Acaso esto indica un alto riesgo
de incendio?
Si realizáramos una análisis de
los incendios ocurridos en Huelva, encontraríamos como el riesgo de incendio
siempre ha sido mucho más alto en los jarales del interior (Andévalo) que no en
los arenales de la costa. Es en esta
comarca en la que se produjo el mayor incendio
forestal de la Península en Río Tinto en el año 2004 con 35.000 ha quemadas.
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Por su ortografía complicada y la
continuidad de una densa vegetación muy inflamable (jara y brezo) la cuenca del
río Tinto es la zona con más riesgo de incendio. (Foto del autor realizada en
el Cerro Salomón).
Quien habla del riesgo de
incendio de estos pinares pretende olvidar que la incidencia del fuego en los
últimos años se ha disparado en la zona en donde se originó el fuego como parte
de la crisis de las transformaciones agrícolas para cultivo bajo plástico, que
conoce muy bien ADENA que no ha dejado de denunciarlo mientras que otros
colectivos ecologistas de la mano de administraciones locales han mirado para
otro lado ante la pérdida ilegal de montes del entorno de Doñana. Incendios que
nunca tuvieron una gran extensión ni se extendieron por el parque natural.
Observen la imagen de los
perímetros de los incendios durante el periodo 2008-2016. (Fuente REDIAM.
WMS Perímetros de Incendios Forestales en Andalucía. 2008-2016. Nodo
de la Red de Información Ambiental de Andalucía. Junta de Andalucía. Servicio
WMS que recoge los incendios forestales (mayores de 10 Ha) ocurridos en el
territorio andaluz entre los años 2008 y 2016. Integrado en la Infraestructura
de Datos Espaciales de Andalucía, siguiendo las directrices del Sistema
Cartográfico de Andalucía).
Todos los incendios en Moguer se
concentran en la misma zona cercana al origen del incendio de junio, junto a
los invernaderos. Ninguno se extendió hasta los límites del área protegida del
entorno de Doñana, como no había ocurrido durante un siglo.
Veamos en la imagen del año 1985
como puede observarse la merma de terrenos forestales en la zona.
Por tanto ¿qué sentido tiene
ahora culpar del desastre a las repoblaciones de hace un siglo?
Por último voy a poner fotos del área incendiada y se
podrá apreciar que generalmente el pino no ardío. El fuego que pasó bajo su copa no la prendió, aunque el calor seco sus acículas.
Estos árboles murieron en el
mismo momento que el fuego corrió bajo su copa o morirán a las pocas semanas o
meses, pero no han ardido. El calor flameó
su copa pero sin generar llama y por tanto sin servir como combustible al
fuego. Como sí lo hacen frecuentemente otras especies de pinos como el carraco
que arden espontáneamente y a veces
explosivamente al emitir sustancias volátiles cuando el calor del matorral calienta
las copas.
Si bien es cierta la elevada
inflamabilidad del pino resinero (Pinus pinaster) y especialmente del pino
carrasco (Pinus halepensis) no lo es igualmente con el pino piñonero que emite
mucho menos sustancias inflamables volátiles cuando se calienta.
Por tanto, es el matorral el
combusible de este incendio y no el pino, si no hubiesen pinos el matorral pirófito
hubiera sido igual o probablemente más denso y el resultado similar.
Otra muestra es que algunos
árboles bajos que sufrieron más las llamas, aparentemente están carbonizados.
Pero una mirada detenida muestra la persistencia de los nuevos brotes. Debido que
el incendio se produjo aún durante el periodo vegetativo (crecimiento de los
brotes del pino), hizo que los nuevos brotes tuviesen mayor contenido hídrico y no
llegaran a carbonizarse.
Detalle del pino quemado en la
zona dunar. Los nuevos brotes flameados permanecen, solo se han carbonizado las
viejas acículas, indicando que no hubo en la copa llamas de intensidad
suficiente para carbonizarlas .
En conclusión, desde mi punto de vista:
Sería un error creer que el
incendio es una oportunidad de mejora del ecosistema para eliminar el pinar por
considerarlo no autóctono. O considerar que lo mejor es dejar sin más el
matorral posterior sin actuar.
En primer lugar se presenta un
problema de movimiento de las arenas que
actualmente afectaría no solo a las comunicaciones sino a los delicados cultivos
de frutos rojos: ¡un fresón con granitos de arena no es comerciable!
En segundo lugar el pino piñonero
es insustituible en su labor estabilizadora de las dunas, pero deberá de
hacerse como antaño usando cubiertas vegetales
temporales que fijen pronto las arenas. No porque no pueda conseguirse directamente
con las sabinas y camarinas (entre otras especies), más bien por la rapidez y
relativa facilidad en un medio tan difícil como puede ser un cordón dunar. ¿Valdría
la pena perder el tiempo y el dinero público?
Las sabinas y enebros son
considerados los arboles (o arbustos) propios de la etapa potencial del
ecosistema dunar, pero me parece
inviable conseguir en un plazo medio una cubierta aceptable únicamente con
estos. Las dificultades estarán incluso en producir suficiente número de
plantas, mucho más complicada que
producir pinos desde piñón que podría incluso sembrarse a voleo, como se hizo
entonces.
En las zonas sin riesgo de
movimientos de las arenas la labor de
repoblación es mucho más fácil; sin embargo, debería estudiarse con detalle las condiciones edáficas pues la
capa de arena o manto eólico varia de
profundidad, así como la cercanía del horizonte saturado de humedad del
acuífero en la zona del Abalario donde abundan las microlagunas endorreícas.
Adecuarse a estas condiciones puntuales puede aumentar la biodiversidad y
evitar la monotonía del pinar.
Por último, si haré una crítica a
la gestión realizada en estos montes del manto eólico (arenas fijas). Los
trabajos selvícolas deberían de respetar el suelo, pues su movimiento favorece
que se perpetué la etapa serial del jaguarzal ( o brezal en condiciones de
higromorfía del suelo) dificultando por tanto su sustitución por formaciones
menos pirófitas y más estables.
En los análisis del suelo
realizados por mí para el trabajo fin de carrera encontré una clara relación
entre la remoción del suelo y el ph así como la riqueza en cationes limitantes en este
medio psámmofilo como el magnesio o potasio. El suelo esta empobrecido y es
bastante ácido en general, pero en el borde del cordón dunar el suelo está estabilizado
bajo el sabinar y tiene un ph ideal de 6.5 mostrando mayor diversidad
florística que en el resto de los pinares del manto eólico. La única
explicación es que el suelo no es removido desde hace muchas décadas. En esta
zona, justo bajo la espesa sombra de la sabina aparece una asociación liquénica psámmofila dominada por Cladonia mediterránea
con aspecto de esponja que seguro ayuda a mantener la humedad del suelo
produciendo junto a la sabina lluvias horizontales (rocío).
Esta misma asociación la he visto
en laderas sombrias más al interior, muy puntualmente en la Dehesa del Estero pero,
igualmente se aprecia que no se realiza remoción del suelo de estas arenas.
Hay algunos casos en la zona,
como en la llamada Dehesa del Estero de Domingo Rubio en el monte público
Ordenados de Moguer, en el que se puede apreciar esta estabilidad del suelo
junto a la cubierta del pinar. El
resultado es la desaparición del matorral heliófilo por dos motivos, en primer lugar debido a la cubierta del pinar
dado que no soporta la sombra y en segundo por la estabilidad del suelo, dando paso a un pinar con una abundante
representación de matorral noble como acebuche, mirtos, espinos, lentiscos
entre otros y en consecuencia una mayor cubierta de pasto que favorece a
numerosa fauna, como el conejo.
El resultado es un monte por el
que es fácil transitar, biodiverso en flora y rico en fauna así como resiliente
y resistente al fuego. Este monte está
en la zona en la que mostré que más fuegos se producen, muy cerca de donde se inició el fuego de
junio, de hecho los grandes pinos muestran
las marcas del fuego en la parte baja del tronco. No es bien conocido este
detalle, pero el pino piñonero tiene una corteza tan gruesa como el alcornoque con su corcho, y pinos altos con fustes limpios a 20m como
los de la Dehesa del Estero soportan los fuegos bajo su copa, mientras que los
acebuches, lentiscos y mirtos arden con poca intensidad y rebrotan con
facilidad. Es así que este monte se autosostiene sin requerir intervenciones.
Frecuentemente el forestal solo
se preocupa de la vegetación, pero el desarrollo del
suelo es fundamental.
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