martes, 12 de junio de 2018

INTERACCIÓN NATURAL ENTRE SUELO Y VEGETACIÓN


Ya hemos tratado la trascendental relación entre suelo y vegetación en medios explotados como dehesas. Veamos ahora lo que ocurre en condiciones naturales con la interacción entre vegetación y suelo forestal.

El suelo poco formado limita al arbolado por la escasa cantidad de nutrientes disponibles; aunque en el clima mediterráneo más por la escasa retención de agua. Se sabe que la profundidad del enraizamiento está más relacionado con el aprovechamiento de agua que de nutrientes,  que están concentrados  en la zona de actividad de los organismos del suelo o la parte humificada de éste.
 
Preparación del suelo previo a la repoblación. Se  elimina la competencia para el repoblado pero en la restauración ecológica  estamos favoreciendo a la competencia no deseada como  las jaras.
Lógicamente la riqueza del suelo está íntimamente vinculado con la vegetación. En gran medida los nutrientes están dentro del humus del suelo y este ha sido formado por la cubierta vegetal.  Se puede decir que hay humus más ácidos y pobres en bases tipo mor o humus más ricos en bases tipo mull. La roca puede determinar el tipo de vegetación que se formará y el tipo de suelo, hasta cierto punto. Que predomine un tipo u otro de humus depende de la cubierta. Se puede decir que rocas ácidas como el granito asientan vegetación como pinares que tienden a formar suelos ácidos,  y también  que los pinares forman suelos ácidos. Pero entonces ¿es la reacción ácida de la roca la que determina que se asienten pinares o son los pinares los que determinan la acidez del suelo?

En realidad sobre suelos graníticos se pueden formar bosques de pinos o de robles, y sus suelos podrán ser distintos a pesar del origen común. Achacar la pobreza a la vegetación presente significa no entender los mecanismos de progresión de los ecosistemas.
Un mismo material parental posibilita suelos distintos según la vegetación que se asiente, no obstante que se alcance un tipo u otro de vegetación puede entrañar más o menos dificultad.  Siguiendo con el ejemplo del granito, el material parental de esta roca que se disgrega como su nombre indica determina la formación de suelos arenosos que al ser una roca de elevado contenido en sílice se denomina  como "ácida”.  Estos suelos arenosos y pobres en bases son colonizados preferentemente por los pinos y formarán un suelo ácido como no podía ser de otro modo. Pero en una situación ideal el pinar puede enriquecerse fijando cada vez más nutrientes por robles como el melojo que pueden extraer bases del sustrato parental con más eficacia que el pino y finalmente llegar a formarse un suelo mejor bajo un robledal.

La evolución del suelo depende de muchos factores que  tienen que ver con la capacidad para asentarse una vegetación más exigente o no dependiendo de la situación orográfica y del clima (por descontado, también la perturbación humana).  El mismo suelo puede formarse con una alteración de la roca muy rápida o lenta, el lavado del suelo, la temperatura, la pendiente, etc. A veces el condicionante del medio es muy importante y la vegetación permanente no alcanza el optimo climático pues el suelo no puede mejorar.

Incluso etapas finales del bosque que debido al clima pueden superponerse,  en determinado lugar presentan diferencias que explican la sustitución o dominancia de un arbolado sobre otro. En un estudio de los suelos en el Parque Natural de Los Alcornocales en Cádiz se pudo demostrar que los suelos bajo el quejigo moruno o roble andaluz  (Q. canariensis) eran más ricos en bases que los que estaban bajo el alcornoque ( Q. suber).  Entonces el alcornocal podrá ser sustituido por el quejigal cuando el suelo aumente en eficiencia, esto sin embargo dependerá de la misma entrada de la especie  Q. canariensis, pues son sus mismos despojos los que forman un suelo más rico y no por el material de partida que en esta zona es ya de por si bastante pobre (areniscas del Aljibe).

La explicación se encuentra en la naturaleza de la cubierta vegetal y no tanto en el material parental del suelo. El desfronde del quejigo produce una relación C/N menor y también una mayor riqueza en bases, lo que es coherente con una especie más competitiva que tiene un mayor crecimiento. Por tanto una vegetación dominante  más competitiva mantiene un suelo más rico pero también necesita de que ese suelo se haya formado; en tanto no se dan estas circunstancias el suelo no podrá sustentar más que bosques más adaptados a limitaciones como ocurre con los pinares en muchas zonas de montaña.

Es interesante reflexionar sobre como una formación frugal como el pinar puede dar paso a una formación considerada potencial de quercíneas cuando la fertilidad del suelo es un limitante. El modelo de facilitación  no tendría porque funcionar en este caso, el pinar no crearía las condiciones necesarias para el establecimiento del robledal, al contrario, sería el robledal el que creara estas condiciones. Lo que ocurre es que el proceso de cambio de vegetación sería progresivo.

La cuestión es que el mismo proceso puede ser desencadenado por la misma vegetación o especie, el roble puede también establecerse en el material parental y mejorar lentamente las condiciones del suelo. A este modelo se le llama autosucesión, pues puesto en marcha por las propias especies que acaban como cabeza de serie.

En el ámbito mediterráneo este modelo de autosucesión es extensible a muchas series, por ejemplo encinares que llegan a medrar en roquedos. También aquí se dan paradojas como que el clima sea potencial para el desarrollo de una especie mesofila como el quejigo y la etapa permanente sea un encinar, y que este se forme directamente sobre el suelo parental; la explicación es que el material parental no tiene más limitación que la hídrica y probablemente la pendiente y una exposición en solana acentúe más el carácter xerófilo del hábitat a pesar de la elevada pluviometría. Estos suelo  ricos en bases pero duros y con poco desarrollo, soportan una vegetación de frondosas xerófilas con carácter estable junto a mesofilas solo por las xeromorfia impuesta por el medio.
 
Melojar (Quercus pyrenaica) en Castaño del Robledo (Huelva) desarrollándose en un roquedo, modelo de autosucesión. 
De igual modo ocurre con muchos lugares en los que la excesiva permeabilidad o escasa fertilidad hace que los pinares constituyan formaciones permanentes.

Pinares varias veces centenarios  de Pinus nigra ssp salzmannii en la Sierra del Pozo (Cazorla). Formación forestal permanente  desde finales de la era terciaria en calizas  duras  y dolomías de la alta montaña mediterránea.

Una consideración importante es que, si bien los suelos formados por frondosas mesófilas son más ricos, y también más activos; la capacidad de los robles de mantener la fertilidad del suelo en condiciones pioneras es reducida. Difícilmente se crea la necesaria cubierta que compense o evite la pérdida de nutrientes. Por contra, los pinares pueden en las mismas condiciones conseguir una cubierta importante,  formada por una hojarasca que se descompone lentamente y crea humus ácido, lo que puede suponer una ventaja en medios con elevada erosionabilidad por la protección que da al suelo esta permanente capa de material en descomposición. Igual podría inferirse de encinas o alcornoques frente a quejigos.

Por tanto, la formación de una cubierta temprana es fundamental para el desarrollo inicial del suelo forestal. Esta cubierta formada por robles se puede alcanzar en un plazo de tiempo probablemente más largo que con la intermediación del pino o matorral, aunque  realmente no sea necesario finalmente, puede acortar el proceso.

En cuanto a la eficiencia de una u otra en el uso de los recursos de que disponen,  me atrevo a decir que ambos sistemas son igualmente eficientes.  Salvo que los comparemos de forma absoluta (por la riqueza absoluta que se mueve en el ecosistema), pues ambos están perfectamente adaptados a condiciones distintas, el pinar crea unas condiciones edáfica que le facilitan vivir en medios pobres y desaprovecharía cualquier excedente de nutrientes o agua. El robledal o encinar puede aprovechar más eficientemente suelos más ricos pero no tendría capacidad para subsistir y mantener esa fertilidad en suelos pobres.

Igualmente en un prado con tasas continuas y altas de reposición de nutrientes la vida del suelo está formada por una serie de organismos distintos y muy eficientes para estas formas de vida.
 
Prados de montaña en Somiedo (Asturias)
En conclusión todas estas formaciones son muy eficientes y por esto existen como formaciones permanentes. La modificación debe de ser bien estudiada, pues el resultado puede no ser  el esperado.




El repoblado de pino piñonero está cubierto de jara (foto superior, en Niebla).  El origen se encuentra en la misma preparación del suelo para la repoblación y las labores de mantenimiento especialmente para prevenir incendios que pueden rejuvenecer el jaral.  Respetando el suelo y la vegetación noble que aparecerá, la formación aparentemente alejada de la cabeza de serie (el alcornocal) es sin embargo diverso  y estable frente al fuego con especies rebrotadoras de cepa como lentisco,  mirto, acebuche, etc.(foto inferior en La Dehesa del Estero, Moguer)

Así, si resulta que entendemos que para convertir un pinar en un robledal basta con eliminar los pinos y plantar robles, no lo conseguiremos en primera estancia si el suelo es muy pobre. Si planteamos enriquecer el suelo en nutrientes, seguramente consigamos un efecto no tan positivo pues entraran bacterias, hongos y plantas más adaptados a estas condiciones propias de un medio con excedentes como el agrícola o ciertos prados, que no son las propias de un robledal.

Hay que recordar que las especies forestales prosperan mejor en suelos ácidos, especialmente en los moderadamente ácidos y es aquí donde también prosperan los microorganismos más importantes del suelo descomponedores  y hongos formadores de micorrizas. La eficiencia, entendido como la habilidad de los árboles para aprovechar de forma eficiente los escaso nutrientes del suelo es muy alta en cualquier formación permanente de coníferas o frondosas.

jueves, 7 de junio de 2018

EL ARBORETO DEL VILLAR






Entre la ciudad de  Huelva  y Almonte,  dentro de la comarca de Doñana,  podemos visitar en la localidad de Bonares el Arboreto del Villar. Se trata de una muestra de eucaliptos,  quizá la más importante de Europa con 75 ha y casi 50  especies distintas.




Su origen se remonta a los años 40 cuando se crearon arboretos como los  ubicados en El Acebuche, Los Cabezudos y El Loro para ensayar la potencial utilización de estos árboles. El del Villar es el único que se conserva íntegramente, siendo un elemento de gran valor educativo, histórico y botánico.

E. sideroxylon, el "palo de hierro"

Al visitante le sorprenderá la diversidad de formas, colores y aromas. Como el "palo de hierro" (E.sideroxylon);  el olor a limón de las hojas de (E.citriodora); el rojo de las flores de  E.ficifolia; los globosos frutos de E. calophylla; como  por el color de sus troncos (E.diversicolor); por su tamaño (E.grandis); o por el aspecto a corcho de su corteza.



Siempre abierto y gratuito, está habilitado para los visitantes con senderos que recorren la totalidad de las parcelas, dispone de una zona de estacionamiento y un pequeño merendero en donde se exponen varios paneles informativos sobre la historia del Arboretum, las especies presentes y el papel del eucalipto como género forestal ampliamente extendido en nuestro territorio.







El sendero dispone además de una completa señalización en las que se van identificando las diferentes especies existentes así como sus características y peculiaridades correspondientes.
E. citriodora, con hojas de olor a limón.
Resina





En el trabajo de E. SÁNCHEZ GULLÓN, J.M. CARABALLO MARTÍNEZ y  FEDERICO RUIZ (E. SÁNCHEZ, J. M. CARABALLO & F. RUÍZ  Bouteloua 6: 115-133 (XI-2009). ISSN 1988-4257) sobre el origen de estos arboretos de eucaliptos (https://www.researchgate.net/publication/228690329_Los_arboretos_de_eucaliptos_historicos_de_Huelva) se plantea que las primeras plantaciones de eucalipto las realizó la compañía inglesa propietaria de la mina de Riotinto  con la finalidad de obtener madera para  fabricar vigas  y traviesas para la línea férrea con la que se llevaba al puerto el mineral. Siendo así que nos remontamos al 1866, año de entrada de los británicos en Huelva.

Estos autores, cuentan la curiosa historia del que sería el primer arboreto en la provincia realizado en la finca de Sierra Cabello (San Bartolomé de la Torre) en 1918 por  José Duclós, propietario además de una serrería y calderas de esencias.  Para ello aprovecharía sus relaciones con un amigo inglés, a la razón residente  en Australia que habiendo vivido en España se había aficionado a los garbanzos españoles (Cicer arietinum). Siendo así que comenzó un intercambio de garbanzos por semillas de eucaliptos.

A Doñana llegaron los ecucaliptos en los años 30 con la compañía holandesa Sociedad Forestal de Villarejos (N.V. Handelsmaatscharppij Ibérica).
Aunque para la creación de los primeros arboretos con fines experimentales se contó con la actividad de la administración del Estado partiendo de la Ley de especies de repoblación de desarrollo rápido de  1926 y fundamentalmente por el “Plan Nacional de Repoblaciones Forestales” de 1940.

Una parcela
Brillante resina ambarina


Otra curiosidad  relativa a estos arboretos de Huelva es el papel que desde hace algunos años desempeñan para la conservación de los ejemplares de  “koala” (Phascolarctos cinereus) de los zoológicos españoles.  Este marsupial australiano tiene una dieta compuesta exclusivamente por hojas y brotes de aproximadamente unas 40 especies del género Eucalyptus, lo que hace que  los arboretos de eucaliptos de Huelva sean el único recurso de la geografía española capaz de asegurar el suministro ininterrumpido de su dieta.

Nota: Todas las fotos son del autor de este blog.

martes, 22 de mayo de 2018

LOS ROBLES DE PALLARES





En una ocasión un agente de medio ambiente me habló de que había unos robles en un lugar llamado Pallares entre las localidades de Beas y Valverde del Camino, árboles que habrían sido plantados hace más de 50 años, gozaban de excelente salud y se multiplicaban por la zona mientras que el alcornocal original sucumbía por la seca.  No le di demasiada importancia, pensé que tal vez se refería a algunas de las pocas localizaciones que en la zona quedan de  Quercus faginea o más raramente  Q. canariensis. Otro día andando por la zona, me dio detalles de las hojas del árbol y aumento mi interés, pareciendo que se refería al roble melojo (Q. pyrenaica) muy desubicado por ser especie de montaña en el sur.
 
El ejemplar más grande, tiene dos pies. 
Cual sería mi sorpresa al llegar  al lugar y ver que eran unos magníficos ejemplares de roble carballo o Q. robur.

El largo pedúnculo de la bellota, descriptivo de la especie.


Otro ejemplar de porte recto.
Pallares es un paraje dentro del término de Beas a poca altitud, a tan solo unos 30 km de la costa, justo al norte de la ciudad de Huelva. Esta zona tiene suelos arenosos, similares a los del entorno de Doñana, con higromorfía superficial en donde viven los alcornoques a pesar de la escasa precipitación y una flora similar a la costera (Stauracanthus genistoides, Cistus libanotis, Halimium halimifolium, Erica scoparia, etc.). La humedad del suelo hace prosperar a los robles, de los que originalmente sobrevivieron 2 ejemplares de los que se sembraron y ahora, además se han multiplicado de forma natural habiendo ejemplares jóvenes de distintas edades.



Alcornocal en Pallares, cubierto de helechos.



Según me dijeron posteriormente, todos los árboles jóvenes se ha generado desde los dos árboles padres provenientes de  bellotas traídas de su tierra por un señor  cántabro o asturiano hace medio siglo.



lunes, 2 de abril de 2018

SUELO FORESTAL Y SOSTENIBILIDAD


La fertilidad y la productividad son conceptos económicos perfectamente modificables en la agricultura; mientras que los terrenos forestales no deben de necesitar de aportes externos de nutrientes ni de laboreos para facilitar la aireación y aumentar la capacidad de retención del agua de lluvia.  El suelo del bosque se mantiene naturalmente cuando se respeta  el ecosistema, por encima y por debajo del nivel del suelo.
Lo expresado en el anterior párrafo es una obviedad.  Ahora,  intentemos afinar en la realidad de estas afirmaciones.
En primer lugar la fertilidad y productividad agrícola son términos técnicos y económicos, o lo que viene a ser lo mismo no están relacionados directamente con la sostenibilidad ambiental o eficacia del sistema.  Comparados con los suelos forestales son muy ineficaces y por tanto derrochadores de nutrientes fundamentales como el nitrógeno y el fósforo. En el caso del regadío, son verdaderos sumideros que arrastran al agua hasta acuíferos, aguas superficiales y finalmente el mar.
En el caso de la productividad como concepto agrícola o económico tiene que ver con la capacidad para producir mediatizado por los factores externos del cultivo (abono, laboreos, enmiendas, etc) con los que se consigue el fin último buscado que no es la productividad sino el rendimiento económico ( por si alguien no lo coge hablamos de mercado y política,  ténganse en cuenta  el precio de mercado que es fluctuante y la obtención de ayudas o subvenciones).
También los terrenos forestales producen bienes, aunque en éste el rendimiento económico sea para echarse a llorar; pero si habláramos de una productividad forestal la diferenciamos de la agrícola en el punto en el que medio se deteriora y  únicamente se puede recuperar con aportes externos.
Esto es, no es cierto que el monte mediterráneo no pueda explotarse, de hecho lo que nos queda es una muestra de ello,  pero sí que hay un límite que no se debe traspasar. Actualmente es fácil descubrir como la administración forestal permite que este límite por inconciencia o  por mimetismo técnico y económico agrícola se traspasa continuamente buscando  ciclos productivos cada vez más cortos en la moderna selvicultura de la biomasa, celulosa o madera, esta tendencia acerca cada vez más la selvicultura a la explotación agrícola.
De hecho no existe una clara frontera entre el cultivo agrícola y la explotación forestal. Podríamos decir igualmente que los  clones de chopo  son un cultivo forestal cultivado en suelo agrícola, o que el cultivo energético de eucalipto con turnos de 2 ó 3 años es un cultivo agrícola en terrenos forestales.


Eucalipto con una densidad de plantación elevada para producción de biomasa energética

Siguiendo los principios de la legislación forestal el monte ha de ser gestionado conforme a los principios de la sostenibilidad ambiental.  Parece algo trivial en estos tiempos modernos cuando todo lo que concierne al medio ambiente debe de llevar el marchamo de sostenible; pero en este caso no es así, ya que son los principios tradicionales de la selvicultura, aquellos que se aplican en cualquier ordenación del monte,  los que desde hace más de un siglo, buscan precisamente esta sostenibilidad.
Quizá lo que está en entredicho es el propio concepto actual de "sostenibilidad" aplicado a lo forestal,  pues ya de antiguo se entendió que los montes se gestionasen de forma ordenada, de tal forma que estos tuviesen capacidad de producir bienes  y servicios de forma continuada. Estaba de más  entender que se refería bajo las condiciones naturales, cosa que ahora sí que parece que ha de advertirse, pues el término hoy es económico, o si se me permite, técnicamente económico; es decir, que es planteable  que se pueda mantener la capacidad de producción con ayuda externa y, por tanto, fuera de las condiciones (limitaciones) naturales.
Es este paso el que hace que la explotación forestal se acerque en su gestión a la agrícola, separa ya únicamente por la categoría del terreno. Aún así hay una legislación forestal y una ordenación del territorio restrictiva para los cambios en el monte, que en la práctica choca con la realidad social y económica de un submundo forestal, despoblado, envejecido, empobrecido, escaso de ayudas y depreciado en sus productos  frente al agrícola. La salida pasa muchas veces por el cambio de uso a cultivos agrícolas como el olivar o almendro o la intensificación del pasto, ¿quién o qué administración se atreve a limitar el desarrollo de estas tierras en zonas con despoblamiento, retraso secular e índices de paro elevadísimos?

Frontera entre Haití y La República Dominicana


En este mundo del siglo XXI mantener los recursos forestales se ha convertido en un lujo cuando la pobreza aprieta. Un caso extremo, deforestación de Haiti  (mitad izquierda de la imagen), comparen con las tierra de La República Dominicana a la derecha de la frontera.
Resulta obvio, la diferencia entre suelo agrícola y el forestal debería ser la sostenibilidad ambiental.  En el caso mediterráneo esto implica una cubierta permanente de árboles y arbustos. Este es el principio fundamental sobre el que ha de basarse la buena gestión forestal en el medio mediterráneo.
En realidad, para el gestor la diferencia está en la distinción ambiental y económica con las administraciones públicas. La primera castiga a los terrenos forestales con todo tipo de autorizaciones y limitaciones, hasta para cortar un árbol seco. La segunda  no distingue entre unos y otros,  pero al no haber una discriminación positiva de los montes por el bajo valor de sus productos y el alto valor ambiental de sus externalidades, por comparación con los terrenos agrícolas, se penaliza la baja rentabilidad lo que lógicamente conduce a los propietarios a buscar rendimientos más  cercanos a la agricultura ya sea haciendo más intensiva la producción  (p.e. pastos o cultivos energéticos) o dando el salto definitivo del cambio de uso del terreno forestal al agrícola.
Si hace unos años montes y secanos quedaban en la marginalidad social y económica ahora el regadío resulta una inversión económica interesante dentro de los mercados, especialmente cuando el suelo marginal previo a la transformación está tan barato. Estos inversores más que agricultores, producen una imparable transformación del medio que pone negro sobre blanco la nula rentabilidad del monte mediterráneo  frente a las elevadas ayudas para la transformación de la PAC que conducen a un deterioro progresivo del medio rural y forestal. La legislación proteccionista que recae sobre los terrenos forestales es el reflejo de la conciencia ambiental de nuestro pueblo; pero la verdadera muestra de la acción de la administración, la ejecutiva, se deja guiar siempre por el poder económico.
Transformación de terrenos forestales para uso agrícola en Lepe (Huelva)


FENÓMENOS ECOLÓGICOS REDUCIDOS A PROBLEMAS SANITARIOS


La decadencia del arbolado en la dehesa, la desaparición de conejos, de perdices y linces; problemas  graves de nuestros montes ¿Cuál es la causa?
 
Conejo junto a la marisma de Isla Cristina
El reduccionismo imperante favorece la explicación simple y desconectada de los procesos ecológicos de ciertos fenómenos no deseados en nuestros campos, achacados a factores externos o singulares explicados por “enfermedades encadenadas”.

En el primer supuesto, la seca, se considera que un hongo pudre las raíces del árbol debilitando y acabando por secar a la encinas y alcornoques. Se culpó como asesino a Phytophtora cinnamomi;  sin embargo, al no parecer en algunos lugares, se culpó también a otro  hongo, como Phytium sp.  No sólo no puede explicarse el fenómeno con una única causa patógena, sino que al extenderse a otras formaciones forestales como pinares se habla ya de una causa global: un cambio climático ¡en apenas dos décadas! Que afecta a árboles con un ciclo de vida varias veces  centenario y que viven en un rango amplio de situaciones climáticas.

Y hay más factores que intentan explicar la muerte del arbolado en la dehesa y se centran en patógenos asesinos. Centrar el problema en estos “liquidadores” es una reducción de una compleja realidad en la que el arbolado es la punta del iceberg

Lo que ocurre con la dehesa se repite en el medio natural más tradicional, se "pone en valor" y se da una vuelta de tuerca económica pintada de "desarrollo sostenible".  Este nuevo paradigma de la dehesa del siglo XXI, la dehesa 2.0 modernizada salvándola de su papel marginal dentro de la economía agraria, cambiando unos usos muy extensivos que dejaban respirar al arbolado porque mantenían su esencia forestal.   

Y es que en todo esto hay algo de perversión pues el manejo que causa la decadencia, como la eliminación de matorral invasor con gradas o la siembra subvencionada de pratenses a su vez oculta los síntomas forestales evidentes, no es la decrepitud que vemos en los viejos y moribundos árboles como se suele señalar, es más obvio: la  falta de renovación natural por la sobrecarga ganadera y el mecanizado del suelo.

Desde el punto de vista ambiental es un desastre que debería llevarnos a reflexionar cuando escuchamos las "palabras mágicas", "sostenibilidad" o  "desarrollo sostenible".  Y es que la política económica tiene mucho que ver en esto. Nunca se vio desde el Neolítico esta compatibilidad entre el uso agrícola y el forestal,  y la dehesa se mantenía por  el abandono del uso primero. Sin embargo las medidas, al contrario, apoyan la intensificación agrícola y ganadera, y se hacen con buena voluntad política. Ya que la falta de intensidad en la explotación obedecía al retraso secular, no obstante ¿dónde están las dehesas sino en lo más retrasado de este país?

El resultado final, la actualización 2.0 del monte mediterráneo, es el empuje hacía el lado agrícola moderno del medio tradicional mediterráneo con consecuencias grotescas como la búsqueda de superencinas (árboles resistentes) o la plantación  de ejemplares enjaulados en cajas protectoras. Una forma más de esconder el fracaso de la gestión, de la ruptura del vinculo con los procesos ecológicos  del monte mediterráneo. Esta forma de renovar es artificial, es un fracaso de la gestión forestal pues se desvincula de los procesos naturales



Son los paliativos a la enfermedad del ecosistema, un lavado de la fachada, se ocultan los síntomas   más visibles  y no se  soluciona el problema ecológico. Es este el modelo del "desarrollo sostenible", puesto que lo vemos en todo el monte, también en relación con la gestión de la fauna cinegética y el lince.  Como las sueltas de perdices o conejos en cotos de caza mal gestionados y  la kittyficación del lince. Un futuro Lynx pardinus genéticamente verdadero, pero criado en cautividad ( y  con toda la tecnología)  al que le faltan los mismo atributos que a nuestro canario en su jaula,  ya  desconectado de sus parientes salvajes.

Con el caso del conejo no voy a extenderme que cada cual saque sus conclusiones en base a los datos. Deben saber que la desaparición del conejo en los cotos se justifica fácilmente a causa de enfermedades víricas. La realidad puede llamarles la atención, pues fuera de estos cotos se autoriza su caza por daños  (Ver Resolución de 3 de julio de 2015, de la Dirección General de Gestión del Medio Natural, por la que se adoptan medidas cinegéticas excepcionales por daños de conejos silvestres en varios términos municipales de las provincias de Cádiz, Córdoba, Granada, Jaén, Málaga y Sevilla. BOJA 140, de 21 de julio de 2015).

Algunos de los cotos sin conejo son colindantes en la campiña con los cultivos dañados. ¿Qué ocurre en los cotos?

Tampoco parece extraña la alta incidencia de enfermedades como la tuberculosis en la caza mayor  con una gestión basada en el cerramiento y que apoyada por la alimentación  artificial eleva las densidades como jamás antes las hubo y sin que existan depredadores que saneen ni mucho interés por la caza de gestión (matar animales enfermos o para reducir el número de hembras).

Y no es que quiera culpar a los gestores de los cotos, en Doñana, que aunque se use el antiguo término no es un coto, tenemos a más de la mitad de los jabalíes enfermos de tuberculosis bovina. ¿O será que finalmente si parece su gestión la de un coto?

Lince Ibérico - El gato de todos - Naturalistas
https://elpais.com/elpais/2016/11/15/ciencia/1479212102_156530.html?rel=mas
https://elpais.com/diario/1998/06/16/andalucia/897949341_850215.html
https://www.fac.es/prensa/noticias/declarada-area-emergencia-cinegetica-por-danos-conejo-en-municipios-cadiz-cordoba-jaen-malaga-sevilla
http://sevilla.abc.es/andalucia/20150721/sevi-conejos-convierten-amenaza-para-201507211846.html
http://www.elmundo.es/elmundo/2008/07/23/ciencia/1216827171.html



miércoles, 28 de febrero de 2018

LOS CIMIENTOS SOBRE LOS QUE SE CONSTRUYEN LOS BOSQUES. El SUELO FORESTAL


El naturalista de tarde de sofá ante el documental de la 2 se maravilla ante ese verde paisaje repleto de vida salvaje -ya sea bosque, selva o sabana- sin reparar que todo se mantiene  gracias al ecosistema subterráneo que se encuentra oculto a sus ojos.


El suelo vivo, que para simplificar llamaremos aquí suelo forestal, aunque no forma parte del paisaje es la base del ecosistema. Nuestra experiencia nos lo revela. Sabemos que tras eliminar completamente el arbolado y demás vegetación, algo tan habitual en nuestros montes como la corta a hecho y desbroce, aparecerá tan rápidamente como llegue la estación favorable la respuesta regenerativa del bosque con el rebrote desde los tocones y raíces o el reclutamiento de una nueva generación de plantas del banco de semilla del suelo. La herida es rápidamente reparada y la  biocenosis se restablece.

En algunos bosques este plazo nos puede parecer largo; pero igualmente podríamos haber hablado de una pradera o una sabana, en donde el pasto desaparece totalmente en la temporada seca  o bajo el hielo invernal para reaparecer pocos meses después  espectacularmente en la estación favorable gracias al suelo, que no descansa.


Al contrario, supongamos que en lugar de cortar las plantas únicamente elimináramos la vida del suelo; como se ha hecho en agricultura intensiva inyectando previo al cultivo el esterilizante del suelo bromuro de metilo que acaba con las plantas y sus propágulos como semillas, animales, hongos, bacterias... La consecuencia es inmediata para todo los seres vivos, toda la vida en general sucumbe inmediatamente.





Estos animales disecados solamente son una carcasa hueca, como mucho representan una imagen de los seres vivos.  De igual forma que ellos, el ecosistema forestal está vivo gracias a sus entrañas que están en el suelo.





Un reflejo subterráneo del bosque con un entramado de raíces equivalente a la ramas, el soporte  físico del bosque y el  cobijo para la fauna. Si hasta aquí podemos visualizar el suelo nos quedamos en la epidermis del sistema. ¿Recuerdan aquella película en la que viajaban por el interior del cuerpo humano? Supongamos entonces que penetráramos en el interior del suelo para movernos tan solo a unos pocos centímetros con una nave minúscula dotada de todo tipo de sensores. Nos encontraríamos con un mundo en miniatura  que cuenta con su propia atmósfera y  una  biodiversidad  mucho más rica que la superficial, son miles de especies de  bacterias, hongos, actinomicetos, levaduras, protozoos, algas nematodos, lombrices, insectos, ácaros, etc. Compitiendo; pero, sobre todo, compartiendo una enorme cantidad de  información, colaborando a ritmo vertiginoso, tal dinamismo que haría que el mundo exterior del bosque nos pareciera quieto y estático.




Es trascendental entender que el suelo es un medio vivo íntimamente vinculado  al ecosistema (clima, plantas y animales), mientras que el suelo mineral, en general,  no ha sido generado in situ y forma parte de un ciclo geológico global en el que intervienen los agentes atmósféricos para disgregar los materiales de partida  transportados ladera abajo o a largas distancias arrastrados por  la arroyada o el peso del hielo, los cauces fluviales  o el viento. A  partir de estos materiales minerales se forma un suelo forestal  que alcanza un equilibrio con  la vegetación y el clima, de tal forma que el suelo maduro así formado se desvincula de su origen mineral (para entenderlo véase más adelante qué es el humus).

 No obstante, cuando el bosque se explota, degrada o elimina  aparece el carácter de este suelo mineral, que también puede considerarse un suelo fósil, como ocurre con los terrenos puestos en cultivo. Un caso particular es el de las tierras agrícolas mediterráneas, en donde el clima resulta especialmente agresivo para la estabilidad física del suelo. Aquí aparece una equivocada problemática ambiental del suelo, centrada en la llamada “pérdida del suelo”. Desde hace décadas vemos el énfasis que se ha puesto en la protección de estos suelo agrícolas en relación a su perdida, tanto que se ha terminado por igualar los conceptos “desertificación” y erosión.

Dense cuenta que el que les habla es ingeniero forestal y mi gremio lleva más de un siglo trabajando contra la erosión;  pero, atención, no para evitarla, si no para evitar sus efectos catastróficos: riadas e inundaciones o el movimiento de las dunas.


Tradicionalmente se ha entendido que la desertificación  es el proceso de deterioro de la productividad de los suelos producido o propiciado por la actividad humana. En la actualidad, bajo el principio de la sostenibilidad,  se habla más de la degradación del suelo. En todo caso no se debe de medir por la erosión, como a veces parece.1

1) El Capítulo 12 del Programa 21 aprobado por la Conferencia de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y el Desarrollo (CNUMAD) define la desertificación como «la degradación de los suelos de zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas resultante de diversos factores, entre ellos las variaciones climáticas y las actividades humanas».

El enfoque incorrecto de la problemática del suelo se divulga en algunos documentos de de la administración  ambiental que presentan así una clara correlación entre la desertificación y la erosión  ante el estupor de muchos ingenieros forestales pues colocan a nuestras montañas, los terrenos de mayor valor forestal en nuestro ámbito mediterráneo, como las causantes de la gran pérdida de suelo de la región. ¿Acaso no es aquí donde se forma el material parental desde el que luego se formará el suelo de laderas, valles y zonas bajas?




En edafología se le llama al material no alterado también roca madre, una denominación poco apropiada pues físicamente los suelos se forman frecuentemente sobre materiales no consolidados; y tampoco suele ser cierto que el material madre o parental desde el que se forma el suelo sea el material geológico del lugar,  pues muchas veces el suelo se ha creado  a partir de depósitos  coluviales, fluviales o aluviales remotos.

La forma y distribución de las raíces en el suelo depende del clima y tipo de formación vegetal. Los árboles no dejan de emitir nunca finas raíces superficiales que buscan bajo la capa en descomposición llamada en inglés "litter"  los nutrientes liberados por los organismos; mientras que con otras raíces  exploran en profundidad el substrato mineral  en busca de humedad y minerales que luego bombean a la superficie. Con este proceso, además, extienden la  actividad biológica al medio mineral emitiendo exudados que posibilitan la  actividad de bacterias y hongos  necesarios para poner a disposición de la planta minerales asimilables que de otra forma no podrían ser aprovechados.

Toda esta actividad produce una alteración mayor de los minerales con importancia geológica como vamos brevemente a comentar.

Decía James Lovelock que sería fácil  conocer si en un planeta hubo vida, sin tan siquiera buscar fósiles, pues la vida cambia toda la geología original del planeta (incluida su atmósfera, claro está). Un ejemplo lo tenemos en las montañas de roca caliza, tan abundantes, todas tienen origen en la acumulación de fósiles marinos. El resto de rocas sedimentarias y sus derivadas metamórficas, proceden de depósitos  minerales formados con la contribución también de la actividad de los organismo del suelo, desde la raíces de las plantas a las minúsculas bacterias que alteran la composición química de los minerales de partida.

En este ciclo hay que destacar el papel del agua, que es el elemento fundamental en la disgregación de la roca y su meteorización; pero también en el transporte y acumulación de los últimos elementos del proceso, como arenas, limos y, los más finos, que son partículas coloidales que llamamos arcillas. Estas finas partículas de menos de 0,002 mm tienen interesantes propiedades físico-químicas, por lo que merecen una mención especial.

Las arcillas, por su  reducido tamaño, pasan a ser coloides.  La palabra coloide tiene la misma raíz etimológica que “cola”, adhesivo. Los coloides en su fase fluida o dispersa  pueden permanecer largo tiempo flotando en el medio como las microgotas que forman las nubes que,  a diferencia de  sus agregados las gotas de lluvia, nieve o granizo, no se precipitan al suelo.

Por esto la arcilla  puede quedar en suspensión en el agua durante bastante tiempo para finalmente depositarse lentamente en fondos fangosos de  marismas,  pantanos y, sobre todo, el fondo marino. En donde, con el correr de miles de años, enormes cantidades de sedimentos darán lugar a las rocas sedimentarias y metamórficas que emergerán empujadas por las fuerza de la corteza terrestre hasta formar montañas.

Lo realmente interesante de las arcillas son sus propiedades físico-químicas, de gran importancia para la fertilidad del suelo, pudiendo retener partículas con carga positiva  (cationes metálicos)  por adsorción  ( no confundir con absorción). La mayoría de estos cationes son nutrientes fundamentales para las plantas como K+, Mg++ +, Ca++  ( la forma iónica de potasio, magnesio, calcio).

En ciertas ocasiones el material mineral es muy rico en alguno de estos cationes hasta el punto de estar en exceso para el sistema, y hablamos de suelos básicos (exceso de Ca++  y Mg++ ), ultrabásicos de Mg++o incluso alcalinos (exceso de Na+).  En estas condiciones, por antagonismo, algunas plantas no pueden absorber ciertos nutrientes, aunque sean abundantes, como ocurre con el hierro (cuyo síntoma es una palidez, conocida como clorosis). En otras ocasiones el elevado valor del pH, modifica la solubilidad de algunos nutrientes como el fósforo, que quedan  secuestrados por los minerales del suelo.

Esta propiedad cohesiva tiene su cara negativa, pues los suelos arcillosos pueden presentar una deficiente aireación que dificulte la necesaria respiración de las raíces.


 Dado que la arcilla ayuda a retener los nutrientes que, de otra manera, disueltos en el agua podrían perderse empobreciendo más y más el suelo. La  pregunta es: ¿Qué ocurriría en un suelo sin arcilla, aunque sea tan fino y aparentemente favorable como el limo que retiene agua y aire por igual?

Las plantas lo han resuelto brillantemente, aunque mejor deberíamos decir el sistema, crea su propio medio óptimo para la vida a partir de sus propios residuos,  sus propias partículas coloidales:  el humus. ¿Existe un ejemplo más provechoso  del reciclaje? 

En mi opinión, el humus es una ejemplo de que la evolución alcanza logros de enorme complejidad no únicamente sobre las formas vivas si no sobre su medio. Este pensamiento ya planteado por el citado padre de la “Hipotesis Gaia” no suele contemplarse dentro de la evolución (en el  sentido más darwiniano)  que solamente la admite a los seres vivos.

El humus  (que quiere decir en latín suelo) es una sustancia extraordinaria, pues tiene las capacidades de la arcilla para retener los nutrientes  sin ninguno de sus inconvenientes. Los suelos ricos en humus tienen una estructura ideal, grumosa con gran capacidad para retener agua y aire igualmente.  De hecho el humus evita que los suelos arenosos pierdan agua y nutrientes fácilmente; airea los suelos arcillosos, y al ser ácido modera el ph de los suelos calizos, ultrabásicos o alcalinos.  Otras propiedades  son su estabilidad y persistencia en el suelo y su alta ligereza,  por eso en forma de mantillo o turba lo usamos en nuestras macetas.

La presencia de coloides del suelo (arcilla y humus) nos da una  primera aproximación a la medida de la fertilidad  que suele expresarse como la “capacidad de intercambio catiónico”o CIC.     Es una medida potencial,  pues depende de que esté saturado por cationes y que estos no sean sólo  uno de ellos como el Calcio o Magnesio.

Como los cationes son solubles en agua, pueden lavarse y perderse por lixiviación acabando en los acuíferos subterráneos. Especialmente en climas húmedos hay un riesgo de que los suelos se empobrezcan de esta forma, todo depende de la eficiencia del trabajo en equipo de los organismos del suelo para retener estos cationes y las raíces para capturarlos. Podemos así fácilmente imaginar la enorme  eficiencia que se da en las pluviselvas, solamente hay que ver la magnitud del flujo de nutrientes en la enorme biomasa generada.



El suelo se empobrece cuando la eficacia no es muy buena como ocurre en climas fríos, o cuando se produce una excesiva explotación como el caso de quema de pastos  en clima lluvioso con suelos arenosos (landas de brezo);  siendo una buena medida  de ello el bajo pH, puesto que los coloides que no disponen de otros cationes se rodean de  H+. 

Por tanto una elevada acidez del suelo es sinónimo de pobreza del suelo; pero también de toxicidad. Un componente común de las rocas son los alumino-silicatos, que al mineralizarse dan lugar en condiciones de extremo de acidez a la  alúmina Al+++ tóxica para las plantas.

Algunos cationes poco comunes en los suelos, como los metales pesados, pueden generar problemas de toxicidad, y no únicamente para las plantas. Podría parecer que suelos con elevado CIC puede igualmente retener a estos indeseables metales pesados procedente de la contaminación y que en los suelos ácidos los metales pesados (que son cationes) no son un problema; al contrario, muchos se movilizan con pH bajos entrando más fácilmente en los tejidos vegetales y de ahí al resto de organismos vivos, lo que se conoce como cadena trófica, al final de la cual solemos estar los seres humanos.

En definitiva, resumiría esta breve introducción al suelo forestal señalando que el  desprecio e ignorancia por lo que ocurre en este medio deriva en primer lugar de la actual visión economicista y cortoplacista del medio natural que convierte al suelo en un medio de cultivo mineral a manejar del que lo único que importa es que "se pierda" por la erosión cuando como hemos visto la erosión forma parte del ciclo natural; sin valorarse de igual manera la verdadera pérdida de la fertilidad del suelo potencial y actual, lo que podríamos simplificar como una pérdida de la eficiencia o sostenibilidad natural del sistema para el cultivo tradicional ( o la explotación forestal) como por lo que supone de derroche de nutrientes aportados con los abonados minerales con repercusiones ambientales locales y globales como la contaminación de las aguas.

 Tampoco desde la ciencia se ha trabajado lo suficiente sobre el sistema suelo, probablemente en parte porque resulte menos atractivo al biólogo este estudio que los que implican directamente la vida de los grandes mamíferos o aves. Y sobre todo, por motivos más prácticos, pues aunque estos estudios sean de gran interés científico, una vez publicado no tendrán el eco en las páginas de prensa o el mismo apoyo de patrocinadores como ocurre con la gran fauna.

Seguramente haya  también algo de arrogancia humana  que desprecia lo que simplemente no se ve, parece poco estético y muchas veces resulta difícil de  comprender por la complejidad de estos sistemas en lo que solamente la cantidad de información que se mueve en un puñado de tierra vegetal en un día excede  la contemplada en un hectárea de bosque con todos sus árboles, hierbas, pájaros, mamíferos y reptiles. 

De alguna manera todos somos culpables de dejarnos mover antes por la belleza de las flores, plumas y pieles que no las tripas del ecosistema.

Aunque ya reparamos, mirándonos a nosotros mismos también, que no podemos seguir despreciando como sucia toda la complejidad de nuestro propio sistema digestivo.  Lo llamamos despectivamente nuestra hez, que no deja de ser una reminiscencia del primigenio suelo que ahora vive en nuestro interior,  una vida microbiana  a la que de forma  eufemística llamemos “flora”, que resulta indispensable para nuestra salud.

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